LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA Y LAS LECCIONES DE LA HISTORIA (9). ¿Es la hora de un gran sinceramiento eclesial?

Continuación de La oportunidad de la pandemia.

Por Silvio Pereira.

La comunión y sus efectos: 

  • La Eucaristía es para tener vida. Nº 1384 «El Señor nos dirige una invitación urgente a recibirle en el sacramento de la Eucaristía: En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre, y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros (Jn 6,53)».
  • La Eucaristía acrecienta la unión con Cristo. Nº 1391 «Recibir la Eucaristía en la comunión da como fruto principal la unión íntima con Cristo Jesús. En efecto, el Señor dice: Quien come mi Carne y bebe mi Sangre habita en mí y yo en él (Jn 6,56). La vida en Cristo encuentra su fundamento en el banquete eucarístico: Lo mismo que me ha enviado el Padre, que vive, y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mí (Jn 6,57)».
  • La Eucaristía incrementa la vida espiritual. Nº 1392 «La comunión con la Carne de Cristo resucitado, ‘vivificada por el Espíritu Santo y vivificante’, conserva, acrecienta y renueva la vida de gracia recibida en el Bautismo. Este crecimiento de la vida cristiana necesita ser alimentado por la comunión eucarística, pan de nuestra peregrinación, hasta el momento de la muerte, cuando nos sea dada como viático».
  • La Eucaristía nos separa del pecado. Nº 1393 «El Cuerpo de Cristo que recibimos en la comunión es ‘entregado por nosotros’, y la Sangre que bebemos es ‘derramada por muchos para el perdón de los pecados’. Por eso la Eucaristía no puede unirnos a Cristo sin purificarnos al mismo tiempo de los pecados cometidos y preservarnos de futuros pecados: ‘Cada vez que lo recibimos, anunciamos la muerte del Señor. Si anunciamos la muerte del Señor, anunciamos también el perdón de los pecados. Si cada vez que su Sangre es derramada, lo es para el perdón de los pecados, debo recibirle siempre, para que siempre me perdone los pecados. Yo que peco siempre, debo tener siempre un remedio’. San Ambrosio».
  • La Eucaristía fortalece la caridad. Nº 1394 «Como el alimento corporal sirve para restaurar la pérdida de fuerzas, la Eucaristía fortalece la caridad que, en la vida cotidiana, tiende a debilitarse; y esta caridad vivificada borra los pecados veniales. Dándose a nosotros, Cristo reaviva nuestro amor y nos hace capaces de romper los lazos desordenados con las criaturas y de arraigarnos en El: Porque Cristo murió por nuestro amor, cuando hacemos conmemoración de su muerte en nuestro sacrificio, pedimos que venga el Espíritu Santo y nos comunique el amor; suplicamos fervorosamente que aquel mismo amor que impulsó a Cristo a dejarse crucificar por nosotros sea infundido por el Espíritu Santo en nuestros propios corazones, con objeto de que consideremos al mundo como crucificado para nosotros, y sepamos vivir crucificados para el mundo… y, llenos de caridad, muertos para el pecado vivamos para Dios. San Fulgencio de Ruspe».
  • La Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales. Nº 1395 «Por la misma caridad que enciende en nosotros, la Eucaristía nos preserva de futuros pecados mortales. Cuanto más participamos en la vida de Cristo y más progresamos en su amistad, tanto más difícil se nos hará romper con El por el pecado mortal. La Eucaristía no está ordenada al perdón de los pecados mortales. Esto es propio del sacramento de la Reconciliación. Lo propio de la Eucaristía es ser el sacramento de los que están en plena comunión con la Iglesia».

Solo he presentado algunas notas del catecismo, pues verdaderamente sería apabullante y conmovedor poner frente a nuestros ojos la inmensa cantidad de textos magisteriales que a lo largo de dos milenios se han producido en torno al augusto Sacramento del altar. Ni hablar de las innumerables páginas que han producido los teólogos y los místicos. Pero escuchando sucintamente la fe de la Iglesia sobre la Eucaristía, su naturaleza y frutos de gracia, en esta hora de la pandemia lícitamente nos preguntamos: ¿realmente entendemos qué significa estar sin Eucaristía?

¿Es la hora de un gran sinceramiento eclesial?

Quizás la pandemia pueda llegar a ser providencialmente la ocasión para confrontarnos y admitir la distancia existente entre lo que proclamamos y lo que vivimos. De ser así podremos vivir una hora profunda de conversión. Tal vez nos ayude a discernir la calidad de unión con Jesucristo que vivimos los miembros de la Iglesia, qué estamos dispuestos a vivir con y por Él. ¿Estaremos disponibles para morir con Él ya que Él ha llegado a ser toda nuestra vida? ¿Quién eres Tú, Señor, realmente para mí y qué lugar ocupas en mi vida?

Al contemplar en Juan 6 el discurso del Pan de Vida hemos redescubierto el escándalo del lenguaje sacrificial y el lugar de una decisión vocacional madura. Ciertamente es duro este lenguaje de la Cruz, el lenguaje de la donación sin reserva y de la entrega de la propia vida ¿La hora de la pandemia habrá devuelto a la Eucaristía su escándalo? ¿Hemos vuelto a comprender que la Eucaristía es peligrosa? ¿Muerte y Vida se han manifestado concretamente en el Sacramento del Calvario?

Y al repasar la historia de la praxis de la comunión sacramental nos interrogamos: ¿qué recibo cuando comulgo la Eucaristía? ¿Una ‘cosa’ por sagrada que sea, una especie espiritual de ‘artefacto o recurso religioso’ al fin manipulable, instrumental y disponible a mi arbitrio? ¿Cuánta conciencia tengo de recibir la Persona de Jesucristo, el Señor, que libremente se entregó por amor a mí? ¿Llego a asombrarme de recibir al mismo Dios en la gracia del Sacramento?

¿ES LA HORA DE UN GRAN SINCERAMIENTO ECLESIAL? Por Silvio Pereira

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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