Por Jennifer Almendras. Virgen de Luján, patrona de los argentinos

La Virgen de Luján, patrona de los argentinos, quiso quedarse en estas tierras, a orillas del Río Luján, hace casi 400 años. Su basílica, ubicada en la provincia de Buenos Aires, recibe a cientos de miles de fieles que provienen de todo el país, que llevan a los pies de la Virgen María sus penas y alegrías, de modo especial en las peregrinaciones o las fiestas de la Madre de Dios, movidos por su enorme devoción en la advocación mariana de Luján. La fecha de la celebración central de la Virgen es el 8 de mayo, y al tratarse de una imagen de la Inmaculada Concepción, también se celebra el 8 de diciembre.

El origen de Nuestra Señora de Luján se remonta a 1630, cuando la imagen de Nuestra Madre en la advocación del misterio de la Purísima Concepción, moldeada en Brasil, fue encargada por el hacendado portugués Antonio Farías de Sá, vecino de la ciudad de Córdoba del Tucumán, para ser venerada en la capilla que construía en su estancia en Sumampa, Santiago del Estero. «Desde Brasil se le envió la imagen pedida y otra más de la Maternidad de la Virgen, acondicionadas separadamente en dos cajones, que desde el puerto de Pernambuco fueron transportadas a Buenos Aires en el navío del capitán Andrea Juan. En el camino real a Córdoba, allá por principios de mayo, cuando la tropa de carretas se encontraba a orillas del Río Luján, en un paraje denominado del ‘Árbol sólo’, la imagen que representaba la Inmaculada Concepción determinó quedarse milagrosamente en aquel lugar para amparo y veneración de los pobladores de la zona”, indicó el sitio del Santuario de Luján.

Al hablar de la historia de Nuestra Madre, no se puede dejar de destacar el lugar especial del negro Manuel. Él fue quien al ver que los bueyes de la carreta que transportaban las imágenes no se movían sugiere que se cambien los 2 cajones. Cuando se bajó uno de los cajones y se cargó uno de los que estaban en tierra, los bueyes tiran sin dificultad alguna. Frente a esa situación, los que estaban en la estancia Rosendo gritaron con emoción: ¡Milagro! «Esto indica que la Imagen de la Virgen encerrada en este cajón debe quedarse aquí», indicó el negro Manuel. Después, abrieron el cajón y se encontraron con la imagen de María Santísima en su advocación de la Purísima Concepción. La figura, de arcilla cocida y de 38 centímetros de alto, tenía sus manos juntas. Este hecho impactó de modo particular al negro Manuel que juró que jamás se separaría de esa imagen de la Virgen María. Luego trasladaron la estatua de Nuestra Señora a la estancia de la familia Rosendo. Posteriormente, la estancia de Rosendo y, en consecuencia, la ermita cayó en abandono. Frente a ello, Ana de Matas, una prestigiosa dama de Buenos Aires, pidió la imagen de la Virgen al administrador de las tierras para darle culto en su propiedad, también ubicada sobre el río Luján. Fue entonces que la señora se llevó la figura a su estancia, pero al día siguiente la imagen no estaba en el lugar, la encontró en la ermita de Rosendo, se la volvió a llevar y ocurrió lo mismo. Matas decidió informar a las autoridades sobre el hecho, quienes decidieron que la imagen de la Virgen debía ser trasladada solemnemente y luego de eso ya no volvió a desaparecer.

«Este hecho tuvo dos lecturas. Por un lado se interpretaba que la figura había sido trasladada con reverencia y dignidad. En cambio otros contemplaban el hecho de que el Negro Manuel haya participado del traslado. Esto trajo dificultades para el negro porque los herederos de la estancia Rosendo alegaban que era su esclavo. Fue entonces cuando Manuel se defendió diciendo: ‘Yo soy de la Virgen no más; el conductor de las Santas Imágenes, Andrea Juan, me dijo varias veces antes de morir, en la casa de Rosendo en Buenos Aires, que yo era de la Virgen, y que no tenía otro amo a quien servir más que a la Virgen Santísima’. Entonces, Doña Ana pagó 100 pesos a los que se sumaron otros 150 que logró colectar el sargento mayor Juan Cebrián de Velazco a favor del fiel negro. Los 250 pesos fueron suficientes para los herederos de la estancia Rosendo», precisó el portal de la ‘Peregrinación Juvenil a Luján’.

Según los datos históricos publicados por ‘AICA’, en 1671 se realizó ese trasladó solemnemente de la imagen al oratorio de Ana de Matos, en la orilla este del Río Luján, que atendía el negro Manuel. Ella donó un terreno y el capellán Don Pedro de Montalvo, curado milagrosamente, levantó el primer santuario de la Virgen. Además, según los usos y costumbres españoles, se recubrió con ropajes a la imagen. Allí, el Negro Manuel, que fue el principal propagador de la devoción a la Virgen, se encargó hasta su muerte con mucha fe y dedicación de mantener un pequeño altar al que nunca le faltaba una vela y ungía con el sebo de su lámpara a los enfermos que se acercaban a buscar alivio en la Virgen. «De allí en más, por más de 50 años el Negro Manuel sirvió a la Virgen. Nos dio ejemplo de devoción, piedad, servicio y atención a los peregrinos y necesitados de la Madre María. Es un fiel esclavo del amor a la Virgen de Luján», reiteró el portal de la ‘Peregrinación’.

En 1872, el arzobispo de Buenos Aires, León Federico Aneiros, entregó la custodia del templo a los sacerdotes de la congregación de la Misión, conocidos como Padres Lazaristas. En aquel entonces el sacerdote Jorge María Salvaire fue herido en un viaje por los aborígenes y estuvo al borde de la muerte. En ese momento prometió a la Virgen: «Publicaré tus milagros, engrandeceré tu Iglesia». Luego, fue sanado milagrosamente. Posteriormente, para cumplir su promesa publicó en 1885 «Historia de Nuestra Señora de Luján». El 8 de mayo de 1887, arzobispo León Federico Aneiros coronó la sagrada imagen por decisión del Papa León XIII, mientras que el 15 de ese mes colocó la piedra fundamental de la Basílica. La construcción de la Basílica de la patrona de los argentinos finalizó en 1935.

La enorme devoción lleva a los fieles argentinos a la casa de la Madre de Luján en diferentes fechas del año. Una de las mayores manifestaciones de devoción popular en Argentina es la Peregrinación juvenil de Luján a su basílica, que congrega a más de 2.000.000 de fieles, a mediados de fines de septiembre y principios de octubre. La tradicional Peregrinación comienza su recorrido a pie desde el Santuario de San Cayetano. Uno de los devotos de la Virgen de Luján es Francisco, que con 51 días de papado, la honró frente a más de 70.000 personas de todo el mundo, el 8 de mayo de 2013. En 2020, diferentes obispos de Argentina por la fiesta de Nuestra Señora de Luján  presidieron misas a puertas cerradas, en unas celebraciones atípicas por la pandemia del COVID-19, en la que reflexionaron sobre la patrona de los argentinos que nunca deja de acompañar a su pueblo. «La Virgen, asunta al Cielo en alma y cuerpo, continuamente, bajo signos y milagros, y su presencia amorosa, va como dando en la historia de la salvación, en la historia del mundo, un signo de esperanza», ratificó el cardenal Mario Poli. «María nos mira y nos da la seguridad de que Dios hace nuevas todas las cosas. Y tanto Amor, nos llena de esperanza», reflexionó el arzobispo de Mercedes-Luján, Jorge Eduardo Scheinig, al presidir la celebración eucarística en la basílica de Luján.

Foto principal: Facebook Virgen y Santuario de Luján/Adrián Melo.

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