El obispo de Matamoros, México, Eugenio Lira Rugarcía, aseveró que «cuánto daño, cuánto dolor y cuánta destrucción provocamos cuando nos dejamos engañar por el pecado y hacemos de una parte del todo un falso todo», en medio de la ola de crímenes que padece la ciudad de Reynosa, en la región fronteriza con Estados Unidos. El prelado exhortó a detener la violencia y alentó a la conversión de los miembros de los grupos criminales, al presidir recientemente una celebración eucaristía que ofreció por las víctimas y sus familias. El 19 de junio pasado, un grupo armado que estaría vinculado con el narcotráfico asesinó a 15 civiles al azar, entre ellos taxistas, un enfermero, comerciantes e incluso adultos mayores. Además, fallecieron 4 personas presuntamente relacionadas con el grupo criminal, tras un enfrentamiento con las autoridades locales. El 23 de junio, hubo nuevas balaceras y persecuciones en Reynosa.
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«Ahora muchas familias reynosenses, acompañadas de amigos, vecinos y compañeros están sepultando con gran dolor a sus seres queridos. ¡Reynosa ha perdido a varios de sus hijos únicos! Únicos, porque todos y cada uno somos únicos e irrepetibles ¿Y quién nos ha arrebatado a esos hijos, hermanos, padres, amigos, vecinos y compañeros, únicos e irrepetibles? La violencia egoísta e inhumana», aseveró el obispo de México, al recordar «¡cuánto daño, cuánto dolor y cuánta destrucción provocamos cuando, encerrados en nosotros mismos, nos dejamos engañar por el pecado y hacemos de una parte del todo un falso todo!». «Entonces, deslumbrados por el dinero y el poder, los buscamos desesperadamente, creyendo que no hay nada más, arriesgando la propia vida y pasando por encima de la vida, la dignidad y los derechos de los demás», lamentó, en su homilía.
El prelado aseveró que «los que actúan así, en realidad están muertos». «Sus culpas mortales, como dice san Beda, los tienen encerrados en un féretro. Jesús, que nos conduce a la paz de Dios, está aquí. Siente pasión por lo que nos pasa. Se acerca a nosotros. El Señor nos consuela a través de su Palabra, de la Liturgia, de la Eucaristía, de la oración y de las personas, haciéndonos ver que con él la vida no termina. No todo termina en esta tierra. ¡Hay algo más! Algo infinitamente grande y maravilloso: la vida por siempre feliz con Dios. Vida que Jesús nos ha regalado con el poder del amor; amando hasta hacerse uno de nosotros y dar la vida», reflexionó, al explicar que «gracias a Él, nuestros difuntos, que han llegado a la meta, la casa del Padre, un día se revestirán de su piel y con su carne verán a Dios, ¡y nosotros estaremos junto a ellos para ser dichosos por siempre!».
«Solo el amor es capaz de vencer el pecado, el mal y la muerte, y de hacer triunfar para siempre el bien y la vida. Con Jesús, como familia y como sociedad, acerquémonos a los que, seducidos por el crimen y la violencia, están en el féretro mortal del pecado, y restituyámoslos a una vida nueva. A todos ellos les decimos: ¡Levántense! ¡No más violencia! Pueden cambiar. Aunque lo hecho, hecho está, siempre es posible mejorar y restituir de alguna manera el daño que se ha hecho», afirmó Lira Rugarcía, al implorar a los criminales que «permitan a Jesús que los resucite y los devuelva a la unidad de su familia». «Nos duele verlos muertos en vida al provocar tanto mal. Pero hoy pueden cambiar nuestra tristeza en alegría, y nuestra pena en esperanza. Hoy pueden hacer de Reynosa, de Tamaulipas, de México y del mundo un lugar mejor para todos. Por ustedes, por los suyos y por todos, ¡háganlo! ¡No se queden en las tinieblas de la muerte! ¡Levántense a la vida!», exhortó.
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