El cardenal y gran maestro de la Orden del Santo Sepulcro, Fernando Filoni, ratificó que «Hong Kong, China y la Iglesia tienen en el cardenal Zen un hijo devoto, no debe ser condenado», en una carta abierta difundida desde Roma, el viernes 23 de septiembre. Las declaraciones de Filoni llegan mientras Hong Kong aguarda el juicio contra el cardenal y obispo emérito de Hong Kong, Joseph Zen, que finalmente comenzaría la semana próxima, tras ser aplazado debido a que la juez encargada, Ada Yim Shun-yee, contrajo coronavirus. Zen será juzgado junto a otras 5 personas, con quienes fue acusado de no registrar presuntamente de forma correcta un fondo humanitario del que eran administradores.
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Aseguró que «el cardenal Zen no debe ser condenado». «Hong Kong, China y la Iglesia tienen en él un hijo devoto, del que no hay que avergonzarse. Este es un testimonio de la verdad», indicó Filoni. «En un proceso judicial el que pueda hablar, que hable. Tampoco Jesús eludió esto en un juicio que marcaría la historia y la vida de un hombre que despertó admiración y profundo respeto religioso: Juan el Bautista. También Jesús pagó por su testimonio de la verdad: ¿Qué es la verdad?, le preguntó irónicamente Pilato en un dramático juicio en el que el Nazareno era acusado de violar la soberanía de Roma y estaba a punto de ser condenado a muerte. En estos días se está celebrando otro juicio. En Hong Kong. Una ciudad a la que quiero mucho porque viví allí durante más de 8 años», sostuvo el purpurado italiano, de 76 años. El prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos se refiere a los años en que fue enviado por la Santa Sede a Hong Kong, puesto que en 1992 llegó para abrir una Misión de Estudio para seguir de cerca la situación de la Iglesia en China.
«Allí conocí al padre Joseph Zen Ze-kiun, era el provincial de los salesianos. Un chino de pura cepa. Muy inteligente, agudo, con una sonrisa ganadora. Me decían: ‘¡Es un hombre de Shanghai!’. Poco a poco fui entendiendo el significado», rememoró, al mencionar su contribución al encuentro entre culturas, aunque siempre siguió siendo plenamente chino, dado que «nunca negó su identidad». Lo comparó con 2 figuras como el gran intelectual de la era Ming, Xu Guangqi, y el obispo jesuita Aloysius Jin Luxian, ambos de Shanghai. «Ésta fue una ciudad de mártires en la época de la ocupación —al estilo nazi— por parte de los japoneses», lamentó, al aseverar que la propia familia de Zen fue víctima, hasta el punto de verse obligada a huir, perdiéndolo todo. «El joven Zen nunca olvidó esa experiencia, que forjó en él una coherencia de carácter y estilo de vida; y luego un gran amor por la libertad y la justicia. Shanghái fue heroica, y sus hijos eran considerados héroes, casi intocables incluso por el régimen comunista. El cardenal Zen es uno de los últimos epígonos de esas familias. Los héroes jamás debían ser humillados», consideró.
Filoni recordó los años en los que el cardenal Zen enseñó en seminarios de la China continental, al aceptar la invitación del obispo Jin Luxian. «Aceptó por el bien de la Iglesia, un mártir que se levantó de su martirio y buscó el camino de la supervivencia; esto fue flexibilidad, no ceder… Su respeto y apoyo a la persona fue siempre la piedra angular de su visión humana y sacerdotal, y así sigue siendo hasta el día de hoy, aunque hoy se le juzgue en Hong Kong», ratificó. Además, destacó la «integridad moral e ideal» del cardenal Zen, que llevó a Juan Pablo II a nombrarle obispo y a Benedicto XVI, cardenal. «Algunos lo consideran un poco áspero, ¿y quién no lo sería frente a las injusticias y ante la exigencia de libertad que todo auténtico sistema político y civil debería defender? Debo dar testimonio de dos cosas más. Zen es un ‘hombre de Dios’; a veces destemplado, pero sumiso al amor de Cristo, que lo quiso como su sacerdote, profundamente enamorado, como Don Bosco, de la juventud. Por ella fue un maestro creíble. Por tanto, es un ‘auténtico chino’. Entre los que conocí, no hay nadie de quien pueda decir que sea tan verdaderamente ‘leal’ como él», enfatizó, al indicar que es por eso que da este testimonio, que «en un juicio es fundamental».
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