Francisco concluye el lunes 8 de marzo su viaje apostólico a Irak, país de Oriente Próximo al que fue como peregrino en medio de una Iglesia martirizada. Antes de partir a Roma, el Pontífice celebró Misa en privado en la Nunciatura Apostólica y luego se dirigió al aeropuerto, donde mantuvo una breve reunión privada con el presidente de Irak. Posteriormente se realizó una sencilla ceremonia de despedida en el aeropuerto antes de que el Papa suba al avión. A su regreso, el Pontífice se dirigió a la Basílica de Santa María La Mayor para rezar ante la imagen mariana de la Salus Populi Romani.
Irak permanecerá siempre en mi corazón. Les pido a todos ustedes, queridos hermanos y hermanas, que trabajen juntos, unidos por un futuro de paz y prosperidad que no discrimine ni deje atrás a nadie. Les aseguro mi oración por este amado país. #ViajeApostólico #Iraq
— Papa Francisco (@Pontifex_es) March 8, 2021
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El Papa tuvo un encuentro con las autoridades y sociedad civil en el Palacio Presidencial de Bagdad, y se reunió en la catedral católica siria de Nuestra Señora de la Salvación con obispos, sacerdotes, religiosos, seminaristas y catequistas, en el primer día en suelo irakí. El sábado 6 de marzo, el Pontífice visitó al gran ayatolá Al-Sistani, líder musulmán chií. Luego, participó en un encuentro interreligioso en la llanura de Ur, la tierra de Abraham, donde exhortó a construir la fraternidad y a testimoniar a Dios, frente a la imagen distorsionada que el mundo suele proponer del Altísimo. Ese mismo día Francisco celebró por primera vez la Misa en rito caldeo en la catedral caldea de San José de Bagdad. Reflexionó en la homilía sobre el poder de las Bienaventuranzas, que se puede observar en Moisés, Abraham y la Virgen María. «Tal vez miras tus manos y te parecen vacías, quizás la desconfianza se insinúa en tu corazón y no te sientes recompensado por la vida. Si te sientes así, no temas; las bienaventuranzas son para ti, para ti que estás afligido, hambriento y sediento de justicia, perseguido», exhortó.
El domingo 7 de marzo, el Papa Francisco rezó por las víctimas de la guerra en la Plaza de las Cuatro Iglesias de la ciudad de Mosul, principal ciudad de la Llanura de Nínive y de gran importancia para los cristianos irakíes, que fue destruida durante la ocupación de Estado Islámico entre 2014 y 2017. «La trágica disminución de los discípulos de Cristo, aquí y en todo Oriente Medio, es un daño incalculable no sólo para las personas y las comunidades afectadas, sino para la misma sociedad que dejan atrás», lamentó. Posteriormente, el Pontífice se trasladó a Qaraqosh, otra localidad en la que también los yihadistas martirizaron a los cristianos. En la catedral de la Inmaculada Concepción, destruida y convertida en campo de tiro por los islamistas, Francisco se reunió con la comunidad cristiana e hizo un llamado al perdón.
«Es el momento de reconstruir no sólo los edificios, sino ante todo los vínculos que unen comunidades y familias, jóvenes y ancianos», sostuvo, al exhortar a los fieles «a no olvidar quiénes son y de dónde vienen, a custodiar los vínculos que los mantienen unidos y a custodiar sus raíces». «Mientras llegaba con el helicóptero, miré la estatua de la Virgen María colocada sobre esta iglesia de la Inmaculada Concepción, y le confié el renacer de esta ciudad. La Virgen no sólo nos protege desde lo alto, sino que desciende hacia nosotros con ternura maternal. Esta imagen suya incluso fue dañada y pisoteada, pero el rostro de la Madre de Dios sigue mirándonos con ternura. Porque así hacen las madres: consuelan, reconfortan, dan vida», aseguró. Luego, el Papa celebró una Misa multitudinaria en el estadio de Erbil —capital del Kurdistán irakí la región que dio refugio a los cristianos que huyeron del Estado Islámico—, en el que fue su último acto público, que sin embargo tuvo un aforo restringido por el COVID-19. Al comienzo de la Eucaristía, Francisco incensó una estatua de la Virgen María que fue profanada por el Estado Islámico en 2016. «Este es uno de los motivos que me impulsó a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia de Irak está viva, que Cristo vive y actúa en este pueblo suyo, santo y fiel», destacó en la homilía.
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