Francisco concluye Consistorio extraordinario

El Papa exhortó a los cardenales a no dejar de «maravillarse» y «salir de esta celebración, y de esta convocación cardenalicia, más capaces de anunciar a todos los pueblos las maravillas del Señor», en la Misa con la que concluyó el Consistorio extraordinario, en la basílica de San Pedro.

Francisco concluye el Consistorio extraordinario en una Misa con los nuevos purpurados creados recientemente y los cardenales que llegaron de todo el mundo, en la basílica de San Pedro del Vaticano, el martes 30 de agosto. El Papa exhortó a los cardenales a no dejar de «maravillarse» y «salir de esta celebración, y de esta convocación cardenalicia, más capaces de anunciar a todos los pueblos las maravillas del Señor». El Pontífice estuvo reunido con los purpurados 2 días para tratar la Constitución Apostólica Praedicate Evangelium, que se encuentra en vigor desde el 5 de junio pasado.

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«En el designio de Dios a través de los tiempos todo encuentra su origen, existencia, meta y fin en Cristo», indicó el Pontífice a los purpurados, tras indicar que «lo que nos maravilla no es el plan de salvación en sí mismo, sino el hecho —aún más sorprendente— de que Dios nos involucre en este designio suyo». Indicó que el Señor pidió a todos los cardenales lo mismo que le pidió a los apóstoles: la decisión divina de evangelizar el mundo. «Hermanos, este estupor es una vía de salvación. Que Dios lo conserve siempre vivo en nosotros, porque eso nos libera de la tentación de sentirnos ‘a la altura’, de alimentar la falsa seguridad de que la situación actual es en realidad distinta a la de aquellos comienzos», consideró el Papa Francisco, en la homilía de la celebración eucarística con la que concluye el Consistorio extraordinario.

El Pontífice animó a estar atentos ante el engaño, «con el que el Mentiroso busca mundanizar a los seguidores de Cristo y hacerlos inocuos» y la tentación con la que los purpurados puedan llegar a sentirse en lo alto de una jerarquía. «En verdad, la Palabra de Dios hoy despierta en nosotros el estupor de estar en la Iglesia, de ser Iglesia. Y es esto lo que vuelve atrayente la comunidad de los creyentes, en primer lugar para ellos mismos y después para todos los demás: el doble misterio de ser bendecidos en Cristo y de ir con Cristo por el mundo», aseguró, al enfatizar que «tal estupor no disminuye en nosotros con el pasar de los años, no decae con el aumento de nuestras responsabilidades en la Iglesia».

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