EL ESPÍRITU NOS AYUDA A DESCUBRIR LA VERDAD SOBRE NOSOTROS MISMOS Y SOBRE DIOS.

Por Rubén Revello.

Donde hay verdad no hay mentira ni ignorancia

Sin verdad no hay conocimiento, sin verdad no hay ciencia, sin verdad no hay relación interpersonal. La verdad es uno de los fundamentos de la persona y de las relaciones interpersonales.

Imagínense mentiras dentro de un matrimonio, mentiras dentro de la relación padre e hijo, o mentiras entre hermanos que se ocultan cosas, o entre amigos. Además de la mentira, la ignorancia es otra forma de ocultar la verdad. La mentira trata de ocultar la verdad, la ignorancia no descubre la verdad allí donde está. En ambos casos, sin verdad es imposible transitar la historia.

La verdad sobre nosotros mismos

En primer lugar, la verdad sobre nosotros mismos. Si nosotros no descubrimos quienes realmente somos, si no asumimos quienes somos, si no vamos al fondo del autoconocimiento, no tenemos un piso desde donde comenzar a erigir el edificio de nuestras vidas. La verdad es un fundamento. La verdad no se corre, no se cambia. La verdad es lo que es, la verdad es la realidad.

Por eso, al enemigo de Dios, se lo llama el príncipe de la mentira, porque es aquel que nos hace ver como verdadero algo que no lo es. De ahí la importancia, entonces, que venga el Espíritu, para que nos ayude a descubrir, en primer lugar, la verdad sobre nosotros mismos.

La Verdad sobre Dios

Pero también, el Espíritu nos ayuda a descubrir la otra Verdad, la Verdad de Dios, la Verdad con mayúscula. Dice San Pablo, ahora vemos como en un espejo, refiriéndose a los espejos de ese tiempo, que era una lámina de metal pulido. Dice que vemos, pero borrosamente, intuimos más o menos, pero no vemos perfectamente. Ahora vemos una intuición de la Verdad de Dios. Pero el Espíritu Santo vendrá a completar en nosotros una visión perfecta de Dios.

Y el conocer la Verdad de Dios nos llenará de paz y de alegría. Nuestra inteligencia busca afanosamente la verdad en un sentido amplio, pero también la verdad en un sentido específico, entendida como la Verdad de Dios. San Agustín dice: «Señor me creaste para ti y mi alma no haya reposo hasta que no vuelva a ti».

Una vez que uno conoce la propia verdad y la Verdad de Dios, puede compartir esa verdad con los demás.

EL ESPÍRITU NOS AYUDA A DESCUBRIR LA VERDAD SOBRE NOSOTROS MISMOS Y SOBRE DIOS.

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