BREVE INTRODUCCIÓN A LA LECTIO DIVINA (4). 

Continuación de Breve introducción a la Lectio Divina (3).

Por Silvio Pereira.

Al fin, tras las contextualizaciones y aclaraciones necesarias, nos introducimos en los pasos de la Lectio Divina. Recordemos lo que ya sabemos, clásicamente consta de cuatro pasos o momentos:

1. Lectio —Lectura—
2. Meditatio —Meditación—
3. Oratio —Oración—
4. Contemplatio —Contemplación—

Insisto que una vez que se ha adquirido el ejercicio estos pasos se suceden casi naturalmente uno al otro, engendrándose o imbricándose con fluidez. Al principio seguramente habrá que marcar el ritmo, sobre todo si la Lectio se realiza de modo comunitario, para evitar adelantamientos o una permanencia insuficiente en alguno de los momentos que impida el pleno desarrollo de ese eslabón de la cadena. Pero para quien practica asiduamente la Lectura Orante de la Palabra de Dios, al fin será tan cotidiano y habitual como respirar. Uno ya no se pregunta cómo se hace o cuándo debe hacer tal o cual cosa, simplemente uno respira, simplemente uno vive la Lectio.

La previa: el lugar, el tiempo y el ambiente de oración

Aunque parezcan verdades evidentes, es bueno recordar y explicitar que vale para la Lectio lo que para
toda oración personal o comunitaria.

  • Hay que elegir un lugar adecuado. No debe estar en el paso de otras personas para que no se interrumpa el proceso. De ser posible debe ser silencioso y por eso algo retirado o reservado.
    Debe contar con lo necesario para estar cómodos, sin necesidad de entrar y salir para buscar algún elemento, incluso con la posibilidad de contrastar luminosidad y oscuridad según favorezca los momentos y climas de la oración.
    Cuando uno la realiza personalmente conviene utilizar el espacio habitual donde suele orar.
    Cuando se hace comunitariamente se elige el espacio que preserve la intimidad del grupo y donde todos se sientan a gusto.
  • Hay que optar por el tiempo. Con ello quiero decir dos cosas:
    Primero que debe ser el momento más oportuno, No cuando estemos cansados y menos aún apurados por otras demandas; sino ese tiempo especial y cualificado en el que se está más receptivo y bien dispuesto, más capaz de establecer una buena sintonía orante. Debo elegir el mejor tiempo para dedicárselo a Dios.
    Segundo y aún más importante, se debe optar por el tiempo justamente olvidándose del tiempo.
    Es decir, sabemos cuándo empezamos la Lectio pero terminará cuando Dios lo disponga. Será un tiempo sagrado dedicado al Señor en su Palabra. No se mide con reloj sino que es un tiempo de Gracia y debe estar en sus manos.
  • Hay que propiciar un ambiente de oración. En este sentido puede situarse visiblemente la Palabra de Dios sobre un altar doméstico con velas e imágenes religiosas por ejemplo, si favorece la conciencia de ingresar a un tiempo sagrado. Se puede quizás utilizar música que ayude a introducirnos en un clima orante. Incluso algunas técnicas de relajación corporal o de recogimiento interior que nos ayuden a salir del ritmo que traíamos y nos vayan apaciguando y silenciando.
    Todo esto dependerá de la madurez personal del orante, de cuánto y qué necesite hacer previamente para desembarazarse del ajetreo y la dispersión y concentrarse en la oración al Señor.
    Si la Lectio se realiza comunitariamente esto es fundamental. Se trata como del atrio del templo de la Lectura orante. Tienen que terminar de saludarse y de contarse lo que necesitan comunicarse desde la última vez que se vieron, concluir de acomodarse en el lugar común y que todos los participantes hayan alcanzado esa disposición personal para comenzar juntos el ejercicio de la Lectio.

La oración inicial

Me permito sugerir que hay que realizar una oración, según corresponda personal o fraterna, antes de comenzar con la Lectura. Los monjes suelen vivir en un clima permanente de oración pero nosotros no. Esta oración de arranque puede ser según múltiples posibilidades: una fórmula escrita por otros o por nosotros mismos, un canto meditativo, un mantra, algunos Padre nuestro y Ave María, o cuanto sea costumbre y ayude. Pero sobre todo se trata de invocar a Dios para que Él conduzca la lectio y la lleve adelante junto a nosotros. Siempre es conveniente introducirse invocando al Espíritu Santo y suplicándole su asistencia.

PRIMER PASO: LA LECTURA

Este momento entiendo que lamentablemente es minusvalorado y sin embargo es tan crucial realizarlo
bien. No se trata de una lectura ‘por arriba, rápida y superficial’. Es una lectura amante y cargada de asombro. ¡Es la Palabra de Dios! ¡Es Dios quien me habla!

Sobre todo debo liberarme de todo prejuicio. Puede ser que el pasaje que voy a rezar sea famoso, ya meditado antes, explicado en la predicación o la catequesis, usado por mí mismo en la actividad pastoral.

¡Entonces el peligro es inmenso! Puedo decirme: «ya lo conozco, ya sé lo que dice». En ese instante la Palabra Viva de Dios se ha vuelto palabra muerta para mí y está enterrada en el pasado. Debo leer la Escritura Santa con actitud de fe: siempre será novedosa e inagotable, siempre misterio por descubrir y presencia que sorprende, permaneciendo más allá de mi pobre capacidad de recibirla no dejará de iluminarme y de hacerme crecer.

La Lectura supone realizar probablemente varias relecturas. Se trata como de masticar tranquilamente el texto una y otra vez tanto saboreándolo como digiriéndolo. La imagen monástica tomada de la vida campestre hablaba de la ‘rumia de la Palabra’.

Si la Lectio se hace en comunidad se puede proclamar el pasaje de la Sagrada Escritura por un lector y
luego pasar a una relectura personal y silenciosa.

La clave de la Lectura es ‘hacernos contemporáneos del texto’. Como si nos introdujéramos en él siendo espectadores directos y aún más, protagonistas. Hasta podríamos cerrar los ojos y usar la imaginación como visualizando, corporeizando y contemplando lo narrado. De hecho al usar este recurso en la lectura grupal podríamos servirnos de una tenue y conveniente música de fondo y tal vez el animador sugerir pautas o claves para imaginar: rostros, vestidos, movimientos, paisaje, clima, tonos de voz, texturas anímicas, etc. Y hasta podríamos luego compartir en diálogo esa visualización empática del pasaje bíblico enriqueciéndola juntos. Ya no es un texto extraño sino familiar y cálidamente querido porque de algún modo lo hemos vivido.

La lectura y relectura del texto ya irá abriendo al siguiente paso: la meditación. Diría que tenemos que aprender a leer la Palabra de Dios como si fuésemos no-videntes y pasáramos las yemas de nuestros dedos sobre el papel impreso en código braille intentando captar los relieves y rugosidades para reconocer lo que se dice. De hecho nuestro entendimiento suele estar bastante ciego y necesita reposar en las palabras, dejar que le llamen la atención ciertas expresiones ya por que se repiten ya por que parecen significativas en el entramado. Comprender que el texto ‘respira’, tiene un ritmo propio y que se presenta bajo cierta cadencia. Mi experiencia hermenéutica y de escritor me dice que no sabemos leer y por eso no sabemos interpretar. Leer ya es una acción contemplativa.

BREVE INTRODUCCIÓN A LA LECTIO DIVINA (4). Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

3 COMENTARIOS

  1. Que bueno! Hay que fijarse los pasos.
    Si no tengo algo especifico que quiero leer antes de abrir a Biblia le digo al Señor …que queres decirme hoy? O le pregunto que significa esta situación? Y abro en una pagina como en un jueguo y aparece la sita que necesito. Hasta a veces las he compartido … y me sorprende muchísimo y la leo con mas atención y alegria! 😋

  2. Gracias por la nota! La frase despues de leer la nota 😋 Isaias 40:29 «El fortalece al que esta cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ninguna»

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