El matrimonio católico pakistaní de Shagufta y Shafqat Emmanuel, compartió su testimonio con la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada, al indicar que «permanecimos en el corredor de la muerte durante 8 años por falsos cargos de blasfemia». Shagufta y Shafqat Emmanuel son un matrimonio que vivían en la pequeña localidad de Mian Channu, al sur de Lahore, en el este del país, hasta julio de 2013, cuando fueron detenidos por la policía al haber sido acusados de blasfemia. Posteriormente fueron sentenciados a la pena capital, separados uno del otro y de sus 4 hijos, y estuvieron 8 años en el corredor de la muerte.
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«Nací en una familia con una fuerte fe cristiana. Asistía a Misa y recibía la Comunión con regularidad y acudía asiduamente a catequesis y rezaba el rosario. Mi padre y mi madre nos enseñaron, a mí y a mis seis hermanos, a ser fuertes en nuestra fe y a estar preparados para todo tipo de sacrificios o persecuciones», precisó Shaghufta, quien conoció en su pueblo natal a Shafqat, se casaron y se fueron a vivir a la ciudad de Gojra. En julio de 2013, varios furgones de la policía con multitud de agentes irrumpieron en su casa y detuvieron tanto a ambos. «Nos llevamos un enorme susto, nos dijeron que estábamos acusados de blasfemia por un mensaje ofensivo sobre Mahoma enviado a través de la tarjeta SIM de nuestro móvil. Pero nosotros no habíamos hecho eso, además el mensaje estaba escrito en inglés, un idioma que ni mi marido no yo hablamos ni leemos», explicó Shagufta.
El caso conmocionó enseguida a la comunidad cristiana de Pakistán, que nuevamente se enfrentaba a un ambiente hostil contra los cristianos. El matrimonio pasó primero 8 meses en la cárcel antes de ser sentenciados a muerte por un tribunal. «Shafqat fue trasladado a la cárcel de Faisalabad, mientras que a mí me encerraron en una celda del corredor de la muerte en Multán. Permanecimos en el corredor de la muerte durante 8 largos años. Imagínense lo duro que fue para mis hijos, que en ese momento tenían 13, 10 y 7 años y mi hija solo 5. Tenían que mudarse continuamente y vivir escondidos de los fundamentalistas musulmanes, que amenazaban con atacarlos. Solo podían visitarme cada 5 o 6 meses, durante unos 20 o 30 minutos. Lloré todos los días por no estar con mis hijos. Mi vida era aterradora, no dejaba de pensar en que cualquier día nos ahorcarían a mi marido y a mí», recordó Shagufta.
Durante el tiempo encarcelados fueron invitados a convertirse al islam para así evitar la sentencia de muerte y ser liberados, pero ambos se negaron. «Siempre me negué. El Señor Jesucristo resucitado es mi vida y mi Salvador. Jesucristo sacrificó su vida por mí aunque yo sea una pecadora. Nunca jamás cambiaré mi religión y me convertiré al islam. Prefiero la horca antes que negar a Jesucristo. Entonces, la intervención divina se puso en marcha y se alzaron voces muy fuertes contra nuestro juicio y condena injustos en el Parlamento Europeo, por parte de organizaciones de derechos humanos de todo el mundo, así como por parte de la Iglesia católica y de Ayuda a la Iglesia Necesitada. Rezaron por nuestra liberación y nos ofrecieron apoyo moral y espiritual. Mi marido y yo siempre estaremos agradecidos a todos los que nos apoyaron. ¡Muchas gracias! ¡Que Dios los bendiga a todos!», ratificó, quien fue vecina de celda de Asia Bibi.
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