El obispo de Bangassou, Juan José Aguirre, aseguró que huele a «Navidad en esta África negra donde la esclavitud está a la orden del día», en su carta reciente por la celebración del Nacimiento de Jesús, a la Fundación Bangassou. Aguirre, misionero comboniano español, vive en la República Centroafricana donde hay luchas tribales primitivas mezcladas con guerrillas sanguinarias —políticas o religiosas— armadas por corporaciones y gobiernos. El prelado dialogó con ‘OK Diario’, tras regresar de Nagbaraka, donde celebró la Misa de Navidad en una capilla en plena selva a una comunidad de unos 50 católicos.
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«Es una comunidad de apenas 50 personas en la selva. Se llevaron una gran alegría cuando les dije que iría allí a decir la Misa de Nochebuena y Navidad. Me prepararon un pollo para la cena aunque lo importante era la Misa», indicó Aguirre, al referirse al viaje que realizó a Nagbaraka, el cual implicó varias horas en auto por caminos peligrosos que se encuentra a merced de grupos violentos y militares. «Llegué pronto y confesé. A las 6 empezamos la Misa y los cánticos en su lengua, el sango. Una capilla pequeña en plena selva, rodeada de verde, cantando Adeste Fideles… Imagina. Habían hecho un pesebre con unas figuras de barro porque a ellos les hace mella, les llama mucho la atención, que nadie diera posada en Belén a María y a José y tuvieran que irse a un pesebre. Para ellos eso es muy importante y dicen… Yo tengo que darles posada… Y se la dan en su corazón. Yo vivo aquí con ellos la esencia de la Navidad. Todo lo superficial desaparece. Solo queda el Misterio de la Navidad», explicó.
El misionero español aseveró que en República Centroafricana «hay una guerra larvada de baja intensidad, pero muy asesina» que ya dura 10 años. «Se usa el fuego, quemando aldeas; la violación para generar terror con violaciones colectivas en las plazas de las aldeas; y se usa el hambre cortando caminos para que no lleguen los aprovisionamientos a los pueblos y mueran de inanición. Quien la sufre es la gente sencilla, el pueblo», lamentó. La llegada de islamistas de Chad, Libia y Sudán derramó sangre en el país, de modo particular de cristianos. En su carta de Navidad, Aguirre sostuvo que huele Navidad cuando ve a su «gente desesperada, rota por dentro por la falta de futuro, dispuestos a cruzar el agujero negro del Sáhara para llegar al azul cementerio del Mare Nostrum y pegar el salto a Europa». «Si África tuviera industrias y trabajo no tendrían por qué salir huyendo», afirmó. «Huelo a Navidad en esta tierra del África negra en donde vivo, donde la esclavitud está a la orden del día», lamentó el obispo Aguirre. «Como en Libia. Hombres y mujeres escapando de África Central vendidos como bestias; como en tiempos de Daniel Comboni —fundador de los combonianos en el siglo XIX—. Huelo a ella cuando voces blancas cantan la calurosa Navidad que coincide con la estación seca; sueños de paz y de pan, navidades cantadas a ritmo de tam-tam, catarsis colectiva de amor, sin logroñesas ni regalos. Tan solo llenos de fe», reflexionó.
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