NAVIDAD: RECUPERAR CON URGENCIA EL ASOMBRO.
Por Silvio Pereira.
No es tal vez a primera vista la expresión más adecuada para adorar al Niño de Belén, y sin embargo es la que brota desde lo más hondo de mi corazón orante. ¡Esta Navidad me encuentra sumido en el estupor! Y sin duda es una inmensa gracia.
Pues conocen la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, por ustedes se hizo pobre a fin de que se enriquecieran con su pobreza (2 Cor 8,9).
¿Pero conocemos esa generosidad de Dios? Al contemplar el pesebre de Belén les aseguro que no comprendo nada. «Nació pobre de Madre pobre», afirmaba simple y contundentemente san Francisco de Asís. Y santa Clara se estremecía porque en el vientre de la Virgen había buscado morada Aquel a quien ni todo el universo puede contener. Yo estoy fascinado por esta increíble condescendencia.
El cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios. Sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz (Flp 2,6-8).
¡Se despojó a sí mismo! ¡Y se humilló a sí mismo! Maravilloso el anonadamiento del Verbo Eterno del Padre Eterno. Porque el Pesebre no es nuestra representación aniñada y romántica. El Pesebre, hundido en la noche de los hombres, con silencio sagrado grita que Dios no tiene lugar en nuestras vidas. El Pesebre anuncia que para entrar a nuestro mundo Dios tuvo que conformarse con un lugar marginal y en las afueras de la civilización; de hecho nace en el territorio de lo no humano, pues le reciben mejor las otras criaturas que aquellos a quienes ha asumido tomando misericordiosamente su naturaleza.
En el principio existía la Palabra y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron (Jn 1,1-5).
Allí en el Pesebre, como escondida en el anonimato, brilla la Luz que da Vida a los hombres y que las tinieblas no pueden sofocar. Pero el mundo no la conoce ni la percibe. ¿Quién la contemplará para estallar en alabanzas y ser colmado por la gracia de la salvación?
La Palabra era la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que creen en su nombre; los cuales no nacieron de sangre, ni de deseo de hombre, sino que nacieron de Dios (Jn 1,9-13).
Unos extranjeros que andan a tientas con su sabiduría imperfecta lo adoran. ¿Y dónde está el Pueblo de la Alianza, el que guarda el tesoro de las Sagradas Escrituras? Unos pobres pastores indoctos son avisados y acuden presurosos porque son simples de corazón, viven una fe humilde y pequeña, tan apropiada a la Pequeñez que ha escogido para sí mismo Dios. ¿Y dónde están los encumbrados de este mundo y todos los poderosos del Pueblo? Una corte del ejército celestial le aclama. ¿Y cómo serán percibidos si en la tierra ya no existe fe en el Cielo? Y tal vez toda la historia de los hombres converge siempre a esta encrucijada.
Cada vez son más quienes viven la Navidad con indiferencia religiosa, reduciéndola a una fiesta del encuentro familiar y con amigos, una celebración de los regalos y del consumo, y que en verdad ya es socialmente menos importante que el fin del año civil y el comienzo de otro nuevo. ¿Cómo ha dejado la Iglesia que avancen tanto las sombras? No es el momento de ensayar una respuesta. Sólo diré que con buena intención pero con ignorancia supina de la fe, veo a los cristianos apagar la vela en una torta por el cumpleaños de Jesús. ¿Acaso no es Eterno el Hijo Unigénito del Padre? ¿No nos damos cuenta que esa inoportuna analogía le va privando de su divinidad y le va secularizando de un modo impiadoso, desacralizando la Encarnación de Dios? ¿Acaso los cristianos también nos hemos acostumbrado a la Navidad, perdiendo el sentido sobrenatural, repitiéndola una y otra vez cada año más degradada y vaciada de sentido? ¿Dónde ha quedado el asombro y el estupor frente a semejante prueba de Amor?
Y la Palabra se hizo carne, y puso su Morada entre nosotros, y hemos contemplado su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14).
Yo elijo pues vivir esta Navidad con asombro y estupor, cayendo postrado con rostro en tierra, reconociendo la Gloria de Dios que se ha manifestado en Cristo Jesús.
Porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos (Hch 4,12).
Y en el Pesebre también veo anunciada proféticamente la Cruz. Pues su abajamiento se mostrará perfecto y consumado en su Pascua redentora.
Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es Señor para gloria de Dios Padre (Flp 2,9-11).
Se me ha dado una gracia inmensa. A los pies del Pesebre sólo me queda decir:
¿En serio has hecho esto por mí y por todos? No puedo creerlo, no salgo de mi asombro, me he quedado estupefacto ante tu locura de enamorado y totalmente desencajado ante semejante excedencia de tu Amor. Señor Jesús que me amas tanto… ¿Por qué me amas tanto? Ámame uniéndome a tu Amor.
NAVIDAD: RECUPERAR CON URGENCIA EL ASOMBRO. Por Silvio Pereira.
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.
Dios es tan maravilloso y grande!!!
Ellos nos atacan, llenos de insolencia y de impiedad, para exterminarnos a nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros hijos. Nosotros, en cambio, luchamos por nuestra vida y por nuestras costumbres. El Cielo los aplastará delante de nosotros: ¡no les tengan miedo!
Estos, al ver el ejército que se les venía encima, dijeron a Judas: «¿Cómo, siendo tan pocos, podremos combatir con una multitud tan poderosa? Además, estamos extenuados porque hoy no hemos comido nada en todo el día».
Judas les respondió: «Es fácil que una multitud caiga en manos de unos pocos, y al Cielo le da lo mismo salvar con muchos que con pocos.
Porque la victoria en el combate no depende de la cantidad de las tropas, sino de la fuerza que viene del Cielo.
1 Macabeos cap 3 ves 17 💪🎚️🥰👌❤️📿
Claramente La Navidad es un camino para amar. El corazón debe aceptar, abrazar y perdonar. Aceptarnos primero a nosotros, abrazar a otros y pedirle perdón a Dios. Dios golpea la puerta de nuestro corazón endurecido, Dice: Yo soy, Donde estás?. Espera tu decisión: Soy yo, …………., estoy aquí, quiero amar. Contemplo en esta Navidad el amor que Dios me tiene y no lo entiendo. No comprendo porque me ama, porque siendo un Dios tan grande quiere nacer en mi pequeño corazón.
La conclusión es que Dios es tan grande que puede cubrir toda la tierra con su amor. Y tan pequeño que puede acurrucarse en tu corazón. Para amarte!!! Para amarte!!!… Por ESO ES FELIZ!