LA SINODALIDAD APLICADA AL ÁMBITO DE LA FORMACIÓN PERMANENTE DEL PRESBÍTERO (2).
Continuación de La sinodalidad aplicada al ámbito de la formación permanente del presbítero (1).
La formación permanente: Responsabilidad del obispo y, con él, la del presbiterio
En la formación permanente es «fundamental la responsabilidad del Obispo y, con él, la del presbiterio».
«Desde el punto de vista del Obispo se basa en el hecho de que los presbíteros reciben su sacerdocio a través de él y comparten con él la solicitud pastoral por el Pueblo de Dios. El Obispo es el responsable de la formación permanente, destinada a hacer que todos sus presbíteros sean generosamente fieles al don y al ministerio recibido, como el Pueblo de Dios los quiere» (Pastore Dabo Vobis, 79).
Esta responsabilidad lleva al obispo, en comunión con el presbiterio, a hacer un proyecto y establecer un programa, capaces de estructurar la formación permanente no como un mero episodio, sino como una propuesta sistemática. Y especialmente esto es clave en este tiempo de sinodalidad.
Hoy más que nunca será necesario también hacer participar a todo el Pueblo de Dios en este proceso de escucha para la formación permanente. Sin duda, dejando que el Espíritu hable en todo el Pueblo de Dios, podremos aportar fundamentalmente para estimular y cuidar los diversos modos de formación permanente de los sacerdotes. Estamos en un tiempo de gracia, tiempo sinodal. Lo requieren todas las áreas de la formación permanente: humana, espiritual, pastoral e intelectual. Desafío que vale la pena también en este tiempo de tanta fragilidad del sacerdote, hombre de nuestro tiempo, tiempo de ‘hospital de campaña’, porque él mismo está sujeto a la debilidad humana (Hb 5,2).
A María, que educó a su Hijo, el Sumo y Eterno Sacerdote, y que es Madre de todos los sacerdotes, y de cada sacerdote, le decimos, como san Juan Pablo:
Oh María,
Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes:
acepta este título con el que hoy te honramos
para exaltar tu maternidad
y contemplar contigo
el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos,
oh Santa Madre de Dios.
Madre de Cristo,
que al Mesías Sacerdote diste un cuerpo de carne
por la unción del Espíritu Santo
para salvar a los pobres y contritos de corazón:
custodia en tu seno y en la Iglesia a los sacerdotes,
oh Madre del Salvador.
Madre de la fe,
que acompañaste al templo al Hijo del hombre,
en cumplimiento de las promesas
hechas a nuestros Padres:
presenta a Dios Padre, para su gloria,
a los sacerdotes de tu Hijo,
oh Arca de la Alianza.
Madre de la Iglesia,
que con los discípulos en el Cenáculo
implorabas el Espíritu
para el nuevo Pueblo y sus Pastores:
alcanza para el orden de los presbíteros
la plenitud de los dones,
oh Reina de los Apóstoles.
Madre de Jesucristo,
que estuviste con Él al comienzo de su vida
y de su misión,
lo buscaste como Maestro entre la muchedumbre,
lo acompañaste en la cruz,
exhausto por el sacrificio único y eterno,
y tuviste a tu lado a Juan, como hijo tuyo:
acoge desde el principio
a los llamados al sacerdocio,
protégelos en su formación
y acompaña a tus hijos
en su vida y en su ministerio,
oh Madre de los sacerdotes. Amén.
El padre Alejandro Antonio Zelaya es licenciado en Psicología y miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.
LA SINODALIDAD APLICADA AL ÁMBITO DE LA FORMACIÓN PERMANENTE DEL PRESBÍTERO (2).