Kinza, una adolescente católica, precisó que evitó su conversión forzosa al islam, al hablar del secuestro del que fue víctima, en una entrevista realizada en urdu, su lengua materna, para la fundación pontificia Ayuda a la Iglesia Necesitada. La joven fue violada y obligada a convertirse al islam después de que 5 hombres la raptaran en su casa en Lahore, el 19 de septiembre de 2022. El grupo lo encabezaba un adolescente musulmán que solía visitar al casero de la familia católica que vivía en el piso de abajo. La familia de Kinza solicitó ayuda legal y el 22 de octubre pasado el Tribunal Penal de Lahore permitió a Kinza regresar con sus padres.
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La joven se refirió a su secuestro. «Mis padres, ambos cocineros, estaban en el trabajo. Mi hermana mayor estaba en la cocina cuando oí que llamaban a la puerta delantera hacia las 12:00 de la noche. Cuando abrí la puerta, unos hombres armados me sacaron de casa y me metieron en una furgoneta. Reconocí a dos de ellos, el resto eran desconocidos. Uno de ellos me hizo tomar un sedante y quedé inconsciente. Más tarde, uno de los jóvenes que yo conocía me violó a punta de pistola en un lugar que yo no conocía», aseveró Kinza, quien indicó que durante su cautiverio no dejaba de rezar en su «corazón y a veces recitaba el Rosario».
«Al día siguiente, el joven que me violó trajo a un hombre barbudo para registrar el nikah —matrimonio musulmán—. Yo les dije que era cristiana y me negué a repetir los versículos árabes. Entonces me dijeron que me limitara a escuchar en silencio, luego me hicieron firmar un papel en blanco y me tomaron las huellas dactilares», denunció, tras recordar cómo logró escapar. «Mis padres habían presentado una primera denuncia en la comisaría local por mi secuestro, a lo que mi raptor presentó el nikahnama —contrato matrimonial islámico— en la misma comisaría. Ante el Tribunal Superior de Lahore yo lo negué y el juez me permitió regresar junto a mi familia tras la segunda vista», afirmó. Además, denunció que le preocupa su «familia, que sigue recibiendo llamadas amenazadoras», en las que «los apremian a devolverme y se les amenaza con desnudarlos y propinarles palizas».
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