ISAÍAS III: UN CAMINO ABIERTO HACIA EL HORIZONTE ESCATOLÓGICO (1).

Por Silvio Pereira.

El retorno no ha sido fácil

¿Existe un tercer Isaías? Ya hemos tratado la cuestión crítica al iniciar nuestro recorrido con el Isaías II. Si el Deutero-Isaías es un cantor de esperanza, un optimista; el Trito-Isaías no encuentra sin embargo una situación fácil al volver a la tierra. El contexto es la restauración del proyecto de Israel, la reorganización pos-exílica y la reconstrucción a diversos niveles. La tarea se volverá más ardua y lenta que lo esperado. Nuevamente los dirigentes y el Pueblo no se encontrarán a la altura de la propuesta de Dios. Coincidiendo con el surgimiento de la tradición apocalíptica, el Isaías III terminará escatologizando todas las promesas del Isaías II. Por un lado las coloca en un horizonte definitivo y trascendente que depende enteramente de Dios, el final de los tiempos, el futuro definitivo del Juicio y del Día del Señor; por otro lado deja entrever la limitación propia de las concreciones históricas que siempre se quedan cortas, lo insuficientes y frustrantes que terminan resultando los empeños puramente humanos.

El ayuno agradable a Dios

Se nota en el Trito-Isaías la necesidad de retomar temas clásicos acerca de cómo el Pueblo vive su religiosidad. Les propongo un texto sobre el ayuno que se escucha siempre en la liturgia del Viernes inmediato al Miércoles de Ceniza y que marcó tan profundamente el sentido de la Cuaresma cristiana.

Clama a voz en grito, no te moderes; levanta tu voz como cuerno y denuncia a mi pueblo su rebeldía y a la casa de Jacob sus pecados. A mí me buscan día a día y les agrada conocer mis caminos, como si fueran gente que la virtud practica y el rito de su Dios no hubiesen abandonado. Me preguntan por las leyes justas, la vecindad de su Dios les agrada. – ¿Por qué ayunamos, si tú no lo ves? ¿Para qué nos humillamos, si tú no lo sabes? – Es que el día en que ayunabais, buscabais vuestro negocio y explotabais a todos vuestros trabajadores. Es que ayunáis para litigio y pleito y para dar de puñetazos a malvados. No ayunéis como hoy, para hacer oír en las alturas vuestra voz (Is 58,1-4).

El primer segmento de la perícopa realiza una inclusión bajo la temática de la «voz» que abre y cierra el pasaje. Se inicia con la «voz» autorizada del profeta que en nombre de Dios levanta su palabra sin moderaciones ni atenuantes y se hace eco de la Voz potente del Señor que denuncia el pecado de su Pueblo. Cierra el texto insinuando la «voz» debilitada del Pueblo que a consecuencia de su incoherencia y falsa religiosidad no alcanza al Cielo, una voz que no puede llegar a las alturas, que no tiene la virtud suficiente para merecer ser oída por su Dios. En medio de esta inclusión se desarrolla una doble temática: un ayuno impostado, que busca ser visibilizado pero es engañoso y una palabra proferida con doblez, que por un lado se muestra interesada por agradar a su Señor pero también se manifiesta como murmuración contra Él. Queda expuesta entonces la incongruencia de un Pueblo que dice buscar a Dios y al mismo tiempo ya le ha abandonado. Dios reclama que el ayuno practicado no es de su agrado pues queda desmentido por una conducta reprobable.

¿Acaso es éste el ayuno que yo quiero el día en que se humilla el hombre? ¿Había que doblegar como junco la cabeza, en sayal y ceniza estarse echado? ¿A eso llamáis ayuno y día grato a Yahveh? ¿No será más bien este otro el ayuno que yo quiero: desatar los lazos de maldad, deshacer las coyundas del yugo, dar la libertad a los quebrantados, y arrancar todo yugo? ¿No será partir al hambriento tu pan, y a los pobres sin hogar recibir en casa? ¿Que cuando veas a un desnudo le cubras, y de tu semejante no te apartes? Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Te precederá tu justicia, la gloria de Yahveh te seguirá. Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy» (Is 58,5-9a).

Entonces brotará tu luz como la aurora, y tu herida se curará rápidamente. Pues si se convierten… su vida, su palabra y gestos, serán receptados y legitimados por el Señor. Entonces clamarás, y Yahveh te responderá, pedirás socorro, y dirá: «Aquí estoy.» Su voz que antes no alcanzaba a llegar al Cielo ahora será escuchada. Y Dios responderá bendiciendo, obrando salvación, pastoreando y protegiendo, restaurando y reedificando, donando fecundidad y asociando al Pueblo a su obre redentora.

Si apartas de ti todo yugo, no apuntas con el dedo y no hablas maldad, repartes al hambriento tu pan, y al alma afligida dejas saciada, resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti será como mediodía. Te guiará Yahveh de continuo, hartará en los sequedales tu alma, dará vigor a tus huesos, y serás como huerto regado, o como manantial cuyas aguas nunca faltan. Reedificarán, de ti, tus ruinas antiguas, levantarás los cimientos de pasadas generaciones, se te llamará Reparador de brechas, y Restaurador de senderos frecuentados (Is 58,9b-12).

Una religiosidad sincera

«Obrar en presencia y bajo la mirada de Dios». La moral cristiana ha desarrollado el tema de la «recta intención», es decir, que la decisión que nos lleva a una praxis busque el bien tanto en las motivaciones, como en los medios y fines. Puede haber errores de juicio por ignorancia o equivocación pero el deseo debe estar siempre orientado a realizar la voluntad de Dios.

Lo contrario a la «recta intención» es la hipocresía y la impostación acomodaticia, la falsedad y el camuflaje o disfraz de las verdaderas intenciones, la búsqueda de protagonismo y la avidez por «hacer carrera» y conseguir «títulos, honores y poder». Cuando se trastoca el culto que el hombre debe dar a Dios por el culto del propio hombre, la religiosidad se pervierte. ¿Por qué haces lo que haces? ¿A quién buscas? ¿Te buscas tan solo a ti mismo; tu beneficio, posición, ensalzamiento y gloria? ¿En verdad buscas a tu Dios? ¿Lo buscas por Él mismo? ¿Estás deseando conocer su Santa Voluntad sobre ti?

Si hay algo que los profetas han insistido, es sobre esta vuelta sobre uno mismo para contemplarse bajo la Luz de la Palabra Divina. Dejar que el Señor nos conozca, conocernos en el Señor. Él es quien verdaderamente discierne el corazón del hombre, lo hace con Sabiduría y Amor y puede desvelarnos el camino de la Vida. La exhortación profética en este punto se dirige a todo el Pueblo para que revise su praxis religiosa y sobre cada individuo para que adquiera responsabilidad personal.

Me parece advertir en nuestra Iglesia contemporánea una dificultad creciente en este aspecto. Exageramos el diagnóstico de la realidad y al mismo tiempo hacemos escasa revisión de nuestra vida religiosa, tanto de la praxis evangelizadora como de las modalidades en las cuales suele expresarse nuestra fe. Y cuando veo surgir alguna mirada autocrítica me sorprende verla arribar desde categorías y ámbitos extra-eclesiales, derivando en la exigencia de modernización y una mayor adaptación a la cultura del mundo. Pero sin duda la gran ausente suele ser la Palabra de Dios. Aunque se proclame de continuo no llega a veces a ser la gran Fuente inspiradora de la vida eclesial. Aún tenemos un largo camino por recorrer para mirarnos con la Mirada de Dios. Sobre todo en estos tiempos donde la misma Revelación parece cuestionada, la tarea se erige más crucial y urgente que nunca. Reconectar todo lo que englobamos bajo el término «pastoral» con el Misterio de Dios para que nuestra voz también tenga la virtud suficiente para ser aceptada por el Señor.

ISAÍAS III: UN CAMINO ABIERTO HACIA EL HORIZONTE ESCATOLÓGICO (1). Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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