El nuevo gobierno de Polonia mostró hostilidades contra la Iglesia católica, a pesar de la colaboración entre el Estado y la Iglesia que caracterizó al país en los últimos años. El nuevo primer ministro, Donald Tusk, anunció su plan contra la asignatura de Religión en las aulas, dado que pretende reducir las 2 horas semanales actuales de Religión en los colegios, así como ubicar la asignatura en primera y última hora de la jornada o que esta no cuente para el expediente académico.
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La Iglesia católica, a través de los obispos de Polonia, mostró su oposición a las medidas anunciadas por el nuevo gobierno, de modo particular, al de reducir el número de clases, que pese a ser voluntarias cuentan con una asistencia masiva de alumnos. Las clases son financiadas por la escuela pública, pero sus maestros y planes de estudios son coordinados y elegidos por la Iglesia. El portal húngaro ‘Magyar Nemzet’ indicó no es ningún secreto que al menos «parte de la nueva coalición es ideológicamente hostil a la Iglesia».
«El derecho a acceder a clases de Religión en las instalaciones de una escuela pública se deriva de derechos humanos fundamentales, en particular el derecho a la libertad religiosa, el derecho a la educación y el derecho de los padres a educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones religiosas», indicaron los prelados, tras destacar la influencia de la clase de religión al inculcar una guía moral en los alumnos. «Una clase de religión tiene gran valor cultural. Ayuda a comprender nuestra cultura de raíces cristianas y proporciona herramientas para comprender la literatura y el arte», explicaron.
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