El obispo clandestino de Siping, Andrés Han Jingtao, que pasó 27 años en un campo de trabajos forzados en China, fallece el 30 de diciembre pasado a los 99 años. Algunos fieles lo definieron como «un gigante de la cultura y de la fe» de las comunidades no oficiales. Han fue siempre un gran estudioso. Realizó sus primeros estudios bajo la dirección de los misioneros canadienses de Quebec, que estaban a cargo del vicariato apostólico en su región de China.
El prelado estuvo internado en los campos de trabajos forzados desde 1953 hasta 1980 por negarse a participar en la iglesia «independiente y autónoma», como pretendía el dictador Mao Zedong. Su gran cultura fue reconocida incluso por las autoridades de la prisión donde estuvo casi 30 años. Tras recuperar la libertad, las mismas autoridades penitenciarias recomendaron que fuera contratado como profesor de inglés en la Universidad Normal de Changchun. Pocos meses después lo nombraron profesor asociado del Instituto de Historia de la Civilización Clásica de la Universidad Normal del Nordeste. Se especializó en la docencia con estudiantes de licenciatura, maestría y doctorado. Han introdujo a muchos en el estudio de la lengua y cultura clásicas, latina y griega. En 1987 se retiró de la docencia, pero no abandonó su compromiso eclesial y misionero.
Han Jingtao, antes de ser condenado a prisión, promovió la Legión de María y fundó la congregación femenina del Monte Calvario. Él mismo recordaba que en la década de 1950 el régimen quería «desembarazarse de la interferencia del Papa y expulsar a los misioneros extranjeros». «En ese momento me di cuenta de que la Iglesia se enfrentaba a un gran desafío y necesitaba una fuerte capacidad de resistencia, de lo contrario la Iglesia no sería capaz de mantenerse en pie. Por eso decidí instituir una congregación religiosa», aseguraba. En 1982, fue nombrado obispo de Siping, pero su ordenación se realizó en secreto en 1986. Durante muchos años tuvo que dividir su esfuerzo entre el trabajo pastoral y los compromisos universitarios. Desde 1997 estuvo bajo constante vigilancia, lo que dificultó su ministerio. La congregación de religiosas que él fundó también padeció períodos difíciles, dado que tuvo conventos cerrados, dispersión, reaperturas secretas y difusión en pequeñas comunidades ocultas.
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