EL VENERABLE CARDENAL PIRONIO Y LOS SACERDOTES (1).

Por Alejandro Antonio Zelaya.

El venerable cardenal Pironio, gran pastor de brillante experiencia no sólo en la Iglesia de sus años, que peregrinaba en Argentina sino también en la Iglesia Universal, nos puede regalar una mirada profunda de la persona de los sacerdotes, de su ministerio y misión.

Muy cercano a los presbíteros, desde el corazón, nos habla de ellos con inmensa profundidad en la recopilación de sus escritos, los cuales trasuntan gran solidez teológica y mucha sensibilidad humana y pastoral, que a continuación iremos citando en palabras textuales del venerable cardenal [1].

Refiriéndose a las virtudes sociales del sacerdote, nos dice: «Debemos comprender al hombre y acercarnos a él para curarlo. Comenzando por curar su cuerpo, como Jesús, y por aliviar su miseria material. Anotemos solamente la afabilidad…, la amistad… y la alegría —aludiendo al sacerdote—. La afabilidad es la virtud social por excelencia. Nos pone en contacto amable con nuestros semejantes. Excluye la adulación y el espíritu de contradicción. Supone la gratitud…y la compasión. ¡Qué hermoso es agradecer siempre! ¡Qué dura y abominable la ingratitud! La compasión exige llorar con los que lloran y reír con los que ríen. ¡Qué hermoso alabar sobriamente! Los sacerdotes nos sentimos falsamente eximidos de elogiar a nuestros hermanos» (págs. 62 y 63).

Cristo, el Buen Samaritano

La caridad pastoral debe ser el centro de la vida del sacerdote. Dice el Venerable Cardenal Eduardo Pironio: «el centro y la síntesis de la espiritualidad sacerdotal es la ‘caridad pastoral’. Que es una forma de comunión: inmolación y ofrenda a Dios, donación y servicio a los hermanos, fraternidad sacramental con obispo y su presbiterio» (pág. 142). Como ejemplo al respecto, permítaseme además de citar las palabras tan profundas de nuestro querido Cardenal, considerar también la interpretación de Orígenes sobre la parábola del buen samaritano. Este presbítero y teólogo de los primeros siglos de la Iglesia (c. 185-253) nos dice que Cristo es el Buen Samaritano; Él nos mira con amor, se conmueve, sufre con y por nosotros, y nos lleva al albergue para ser curados y sanados: Este Samaritano lleva nuestros pecados (Mt 8,17) y sufre por nosotros. Él lleva al moribundo y lo conduce a un albergue, es decir, dentro de la Iglesia… Ella está abierta a todos, no niega sus auxilios a ninguna persona y todos están invitados por Jesús. Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y Yo los aliviaré (Mt 11, 28; Orígenes, Homilías sobre el Evangelio de Lucas). Nos recuerda también la Carta a los Hebreos: Porque El no vino a socorrer a los ángeles, sino a los descendientes de Abraham… Y por haber experimentado personalmente la prueba y el sufrimiento, Él puede ayudar a aquellos que están sometidos a la prueba (Hb. 2, 16.18).

El sacerdote: Sometido a la prueba, y al mismo tiempo, buen samaritano

Si Cristo estuvo sometido a la prueba, ¡cuánto consuelo encontramos en Él y en su cruz gloriosa, nosotros los curas, sometido a pruebas y sufrimientos, enfermedades y penurias, siendo al mismo tiempo también llamados a ser servidores de la esperanza y el consuelo de nuestros hermanos! Somos invitados por el mismo Señor a verter el vino y el aceite sobre las heridas de nuestros hermanos y a vendarlas con amor, serenidad, paz y en espíritu de servicio. A su vez, necesitamos también que otros buenos samaritanos hagan lo mismo con nosotros los curas: que curen nuestras enfermedades y heridas, derramando el vino y el aceite de la caridad sobre nuestros dolores en el contexto y el marco de nuestra Familia, la Iglesia, a través de nuestros obispos, otros hermanos sacerdotes y el Pueblo de todos los bautizados. ¡Cuánto necesitamos que se haga esto dentro de la Iglesia!

Los curas curamos y necesitamos ser curados también. Necesitamos que los obispos estén más cercanos a sus curas y que, como padres y pastores, junto a otros sacerdotes y laicos, generen roles en la Iglesia para acercarse cada vez más a los sacerdotes con obras y gestos más que con palabras.

[1] Cardenal Eduardo Pironio (2019). A los sacerdotes. La alegría de la fidelidad. Ágape Libros.

El padre Alejandro Antonio Zelaya es licenciado en Psicología y miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

EL VENERABLE CARDENAL PIRONIO Y LOS SACERDOTES (1).

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