Comienzan peregrinaciones para celebrar donde sucedieron hechos de la Pasión

Los franciscanos comenzaron sus peregrinaciones cuaresmales en el santuario del Dominus Flevit, el cual fue construido entre 1953 y 1955 en el lugar que recuerda el episodio evangélico en el que Jesús lloró sobre Jerusalén. «El Dios que llora por nosotros es el Dios de Jesucristo, que se hace hombre y comparte plenamente nuestra propia condición humana», reflexionó fray Alessandro Coniglio, profesor del 'Studium Biblicum Franciscanum'.

Las peregrinaciones cuaresmales de los franciscanos, en el santuario del Dominus Flevit, para celebrar en los lugares donde sucedieron los hechos de la Pasión, comenzaron el 8 de marzo pasado. Fray Alberto Pari, secretario de Tierra Santa, presidió la Misa en el sitio para mantener viva la memoria de los cristianos de los primeros siglos. El santuario de Dominus Flevit fue construido entre 1953 y 1955 en el lugar que recuerda el episodio evangélico en el que Jesús lloró sobre Jerusalén.

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«El Dios que llora por nosotros es el Dios de Jesucristo, que se hace hombre y comparte plenamente nuestra propia condición humana, porque está tan implicado en la historia humana que no puede ser plenamente cada uno de nosotros. No mira impasible la condición miserable del hombre pecador, sino que entra en la historia porque tiene esta preocupación por el bien del hombre, al que está ligado con un pacto de alianza eterna», afirmó fray Alessandro Coniglio, profesor del ‘Studium Biblicum Franciscanum’.

Explicó que «Dios llora por nuestro pecado». «Pero nuestro pecado toma mil formas diferentes. En particular podemos pensar en los pecados sociales, pensamos en la guerra, en las diversas guerras del mundo, pensamos en el asesinato, en el aborto, pensamos en las ofensas contra la vida humana en general, en la eutanasia y en los ataques a la familia. Pensemos en todas las condiciones en las que personalmente como pecadores, nosotros individualmente —y luego también como sociedad— nos hemos dejado arrastrar al pecado, en lugar de volvernos hacia Dios que llora precisamente porque está ofendido por este pecado nuestro. Porque quiere llamarnos a sí mismo a través de sus lágrimas», reflexionó.

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