Premio vaticano a los académicos argentinos Claudia Vanney y Juan Franck
La ceremonia fue muy emocionante, muy bonita, en el Vaticano. El premio es una iniciativa de la Universidad Francisco de Vitoria de Madrid y de la Fundación Ratzinger del Vaticano, que decidieron premiar dos trabajos de investigación y dos trabajos de docencia en el mundo, que fueran trabajos de ciencias abiertos a un diálogo con la filosofía y con la teología.
El concepto de «razón abierta» es un concepto acuñado por el papa emérito Benedicto XVI, con el que él movía a los intelectuales a abrir la racionalidad, a no quedarse solamente encerrado en la propia racionalidad científica, sino también a descubrir otros modos de conocer, de entrar en diálogo con la realidad, como son la visión y la perspectiva filosófica y teológica. Así surgió esta iniciativa de instaurar este premio.
Es la primera edición. El año que viene se vuelve a otorgar de nuevo, y pienso que la idea es que haya continuidad en el futuro también; para premiar trabajos de ciencias abiertos al diálogo con la filosofía y la teología. Los otros premiados fueron: El otro premio de investigación, una investigadora de Estados Unidos, Darcia Narváez; y en la categoría docencia hubo una profesora de Hungría y un grupo de profesores de la Universidad Loyola de Chicago.
Claudia Vanney: Compatibilidad entre ciencia, filosofía y teología
A veces, en el ambiente, está la idea que hay una cierta incompatibilidad entre el conocimiento científico y el conocimiento de la fe, cosa que no es verdad. La prueba está en que muchos científicos son creyentes, y en que, al contrario, creo que cuanto más conocemos la naturaleza, más nos maravillamos del poder de Dios.
Nosotros veníamos trabajando ya hace bastante tiempo, primero a favor de la colaboración en grupos de investigación conjuntos. En este proyecto, por ejemplo, del libro premiado, participábamos gente de física, de biología, de neurociencias, de filosofía y de teología en conjunto. Y como usted bien señaló, el tema de la libertad, de la libertad humana, es un punto clave, un punto bisagra, que nos hace plantear quién es el hombre, qué es el hombre, qué tiene capacidad de hacer y de proyectarse a sí mismo a futuro.
En realidad creo que lo que se premió, lo interesante de este libro ‘¿Determinismo o indeterminismo? Grandes preguntas de las ciencias a la filosofía’, fue el haber podido desarrollar una metodología de trabajo colaborativa entre científicos, filósofos y teólogos, que ahora la estamos continuando con otro proyecto que justamente toca el tema que usted ha señalado, «el cerebro y la persona», donde el hecho de contar con avances de las neurociencias y trabajar codo a codo con científicos y con psicólogos no invalida, sino que, al contrario, también ilumina una concepción de hombre abierto a la trascendencia, abierto a Dios, creado hijo de Dios, creado a imago Dei, imagen de Dios. Lo interesante me parece fue y lo difícil si quiere, porque lo difícil fue lograr que personas con una formación previa metodológica muy distinta, como puede ser el físico, como puede ser el neurocientífico, y el filósofo, y el teólogo, logren trabajar juntos para iluminarse mutuamente en lo que va descubriendo cada uno desde su propia disciplina, enriqueciendo la visión del otro.
Razón abierta vs. reduccionismo
Lo que hemos logrado al trabajar en conjunto es cada uno descubrir cuáles son los límites de la propia metodología científica. Entonces en el fondo, lo que la gente de neurociencias ha llegado es a que ellos pueden por ejemplo decir: cuando una persona toma una decisión se activa una cierta parte del cerebro. Pero eso no quiere decir que el cerebro sea la explicación última de esa decisión tomada. En el fondo lo rico de este trabajo y de oírse unos a otros, es que cada uno fue descubriendo el alcance de las propias afirmaciones científicas. Y entonces se da cuenta de que adonde el método científico no llega -hay algunos temas a los que el método científico no llega, aunque sí se llega a algunas verdades-, se llega a conocerlas a través del método filosófico o teológico también. Entonces, en esa complementariedad de enfoques es donde se enriquece el conocimiento. La filosofía también se enriquece de muchos datos de la ciencia que con el método filosófico no puede llegar a alcanzar.
Entonces, me parece que lo interesante es no reducir el conocimiento solamente a un único abordaje, ya sea ese abordaje de la ciencia, o el único abordaje de la filosofía, o el único abordaje de la teología, sino que, los diferentes abordajes enriquecen una realidad que es mucho más rica que la que una sola metodología alcanza. Por eso el libro, en realidad, es un resultado de un trabajo de cinco años. Donde hubo varios workshops [talleres], muchas discusiones, y ahí en esos diálogos cada uno fue dándose cuenta que por ahí lo que se considera que es una verdad científica inamovible, tal vez tampoco es tan así, tiene su límite, su alcance, es verdadera, pero con un alcance limitado y que puede ser enriquecida desde otras perspectivas. Y entonces es ahí donde se descubre el valor de la libertad humana y la riqueza, y esa apertura del hombre a un Dios, a un ser trascendente. Eso no sale solamente desde un análisis fotográfico del cerebro.
Honestidad intelectual
En el ámbito filosófico de nuestros trabajos conjuntos hay tomistas, hay fenomenólogos, hay gente también con raíz más kantiana. Nosotros hemos estructurado la investigación en torno a grandes preguntas. De hecho, el libro son dieciocho capítulos y cada uno es una pregunta. Una pregunta que interpela a más de una disciplina. Puede responderse desde las ciencias con un alcance limitado, puede responderse desde la filosofía con otro alcance, puede responderse desde la teología también con el dato de fe.
La idea fue poner a trabajar un año en cada pregunta a un par, un científico y un filósofo, tratando de que juntos lleguen a una visión consensuada. Enriqueciéndose cada uno de la visión del otro. Le diría que han participado de este estudio filósofos de más de quince universidades, también varios de universidades públicas de Argentina. No todos ellos creyentes, pero sí, personas rectas. Para buscar la verdad a través de la ciencia o de la filosofía, lo que hace falta es honestidad intelectual. Lo que hace falta es no partir de una posición ideológica previa forzada, sino tener esa apertura, esa razón abierta, esas ganas de buscar la verdad, esa «verdad en libertad», como es el título del informativo de ustedes.