SACERDOCIO Y RECLUSIÓN.

Por Alejandro Antonio Zelaya.

Sacerdocio, reclusión e incertidumbre

Y ustedes no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, sino el espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: ¡Abba! (Padre). El mismo espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (Rom 8, 15-16).

Porque el Espíritu que Dios nos ha dado, no es un espíritu de temor, sino de fortaleza, de amor y de sobriedad (2 Tm 1,7).

Los días de confinamiento y reclusión han sumergido a más de uno en una gran incertidumbre. Nos hacen pensar en un ‘re-planteo’ de nuestro servicio y ministerio al Pueblo de Dios en nuestras respectivas comunidades y en nuestras diócesis.

La pregunta esencial es: «¿Cómo continuamos nuestro apostolado?». Decae la fe y la esperanza en las personas, en los creyentes. Pero nosotros sacerdotes, llamados a sostener y alentar la fe, no podemos permitir que se socaven nuestros cimientos, los de nuestra vocación, los de nuestro ‘ser y estar’ en la sociedad entera y en la Iglesia; no debemos atentar inconsciente y solapadamente contra  el sentido de nuestras vidas y de nuestra misión.

Celo apostólico impulsado por el Espíritu

¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado (Rom 8, 35.37).

Hoy ha llegado la salvación a esta casa (Lc 19,9).

No debemos permitirnos perder nuestro celo apostólico. Que estos días sirvan quizás para un replanteo fuerte de la esencia de nuestro ser y misión, y para salir fortalecidos, transformados e impulsados aún más por la fuerza del Espíritu. Pero para ello no hay que esperar: hoy empieza el cambio; hoy comienza la transformación, la renovación de mi misión.

Oración

Ven, Espíritu Santo, renueva mi ser y mi misión. Haz nueva la unción recibida el día de mi ordenación presbiteral, episcopal.

Transforma todo lo que necesita ser transformado. Libera las fuerzas, los dones, las gracias para el servicio del Pueblo de Dios.

Dame la alegría del Evangelio, y un corazón de Pastor generoso y misericordioso como el tuyo, para salir a buscar la oveja perdida y herida.

Que esta pandemia no sea una valla insalvable para el fuego de la misión. Con el corazón de niño, como el de Teresita de Lisieux, te pido me subas en tus brazos ‘como en un ascensor’ para saltar cada obstáculo y poder vivir, ‘morar’, y ‘morir’ siempre en tu servicio. Dame la confianza de hijo. No me ocurrirá nada que Tú no permitas, ya que todo concurre para el bien de los que te aman.

María, Madre de los sacerdotes, ruega por nosotros. Amén.

El padre Alejandro Antonio Zelaya es miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

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