El cardenal argentino y legado papal a la ceremonia de beatificación de Fray Mamerto Esquiú, Luis Héctor Villalba, afirmó que el fraile, obispo y orador de la Constitución «fue un gran pastor, misionero y patriota, un hombre que trabajo mucho por el bien del país», en una entrevista que brindó a ‘AICA’, en las vísperas de la celebración en la explanada del templo de San José de Piedra Blanca, en Catamarca, que se realizará el sábado 4 de septiembre a las 10 de la mañana, que tendrá el lema ‘Fray Mamerto, pastor y peregrino, testimonio de unidad’. El purpurado destacó que la causa de Fray Mamerto Esquiú tiene una gran significación para la Iglesia en Argentina. La ceremonia de beatificación, que contará con la presencia restringida de fieles, será transmitida en directo por la ‘TV Pública’ entre las 10 y las 11, y también lo hará el canal ‘Orbe 21’, de 10 a 12.
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«Un beato es prácticamente un santo, un hombre ejemplar. Tener un beato es también un llamado a los cristianos a aspirar a la santidad, esa es nuestra vocación más profunda sea cuál sea nuestro estado de vida. A la vez es tener un intercesor para poder pedirle la gracia que necesitamos al Señor», reflexionó el cardenal Villalba, quien recordó que Fray Mamerto Esquiú «fue un gran pastor, sin duda, como lo subraya el Papa». «En el poco tiempo que estuvo en Córdoba, prácticamente, recorrió la diócesis que abarcaba también La Rioja. Un gran apóstol, un gran misionero, un gran pastor, que es ejemplo para todos», ratificó. «Esquiú trabajó mucho por la unidad, era uno de sus temas. Por ejemplo, al clero le pedía trabajar en comunión, en fraternidad, en no trabajar aisladamente sino como una Iglesia que es un cuerpo con el que todos tenemos que colaborar. También trabajó mucho en la unidad en su propia congregación. Él vuelve a Catamarca después de haber estado 16 años ausente —porque había estado en Bolivia, Perú y después fue a Roma— y el general de los franciscanos lo envía de regreso para trabajar por la unidad y para rehacer la comunidad de su orden religiosa. También trabajó por la unidad del país. No se puede negar que Esquiú fue un gran patriota, un hombre que trabajo mucho por el bien del país», aseguró, al enfatizar que es un ejemplo para nosotros.
Fray Pablo Reartes, un estudioso de la vida de Fray Mamerto Esquiú, destacó en diálogo con ‘Vatican News’ el legado del religioso franciscano, al precisar su gran contribución en temas como la defensa de los derechos, la comunicación y el servicio a la Iglesia, dado que fue periodista, diputado, obispo de la ciudad de Córdoba y escribió 5 sermones patrios en distintos momentos difíciles de la historia de Argentina. «Mamerto de la Ascensión Esquiú creció en una familia humilde de labradores donde se vivían las virtudes cristianas como el amor familiar, la entrega y el sacrificio cotidiano. A los 5 años, debido a una promesa que hizo su madre, María de las Nieves, porque él había nacido enfermo, empezó a vestir el hábito de san Francisco. Como se curó milagrosamente, desde entonces nunca más se sacaría el sayal franciscano», explicó. Reartes aseguró que lo más importante de su legado fue su vida espiritual, que la hereda de san Francisco de Asís, ya que Mamerto perteneció a la provincia Franciscana de la Asunción de la Santísima Virgen del Río de la Plata, en Argentina, erigida en 1612. Mencionó que el fraile se empeñó en reordenar la administración diocesana, poner de nuevo en acción la pastoral eclesiástica y conocer de forma personal a los pueblos y fieles de su diócesis.
Las dominicas del Monasterio Inmaculada del Valle de Catamarca, 6 monjas y la postulante del convento de clausura, bordaron 413 estolas para la ceremonia de beatificación de Fray Mamerto. «Realizar esta tarea fue un modo de estar cerca del Fray Mamerto, fue ponernos codo a codo con el santo, encomendarnos y ponernos bajo su protección. Este es el trabajo propio de un monasterio, un trabajo manual, muy diferente a un trabajo de fábrica. Cada una de las estolas está hecha con dedicación y oración. Trabajar así fue muy bello, porque nos acercamos mucho al Padre Esquiú», aseguró sor Teresa, priora del convento, tal como publicó ‘ACI Prensa’. Las monjas dedicaron unas 7 horas diarias a la confección de los ornamentos litúrgicos y tuvieron varios inconvenientes. Sin embargo, la priora del convento enfatizó que «las obras del Señor siempre salen con la cruz, con el dolor, con la preocupación y con la experiencia de decir que ‘esto me supera’». «Esto no es algo humano por más que tengas que sentarte a enhebrar una aguja, estamos trabajando aquí por la Iglesia. Cuando caímos en la cuenta ya habíamos empezado a ser amadas por Mamerto Esquiú», reflexionó.
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