El cardenal y prefecto de la Congregación de las Causas de los Santos, Marcello Semeraro, presidió la ceremonia del domingo 16 de octubre en Madonna dei Boschi, en Boves, donde beatifican a los 2 sacerdotes italianos Giuseppe Bernardi y Mario Ghibaudo, quienes decidieron quedarse con sus fieles a pesar de la amenaza nazi y fueron asesinados el 19 de septiembre de 1943. El martirio de Bernardi, párroco de Boves; y de su vicepárroco, Ghibaudo, ocurrió después del armisticio del 8 de septiembre de 1943, que llevó a la capitulación de Italia ante las fuerzas aliadas durante la Segunda Guerra Mundial.
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El padre Giuseppe y el ciudadano Antonio Vassallo fueron convocados por el oficial nazi como intercesores, después de que la tragedia de Boves sucedió tras un choque entre soldados alemanes y la resistencia italiana, que culminó con la muerte de un militar en cada bando y la captura de 2 nazis por parte de los partisanos. A pesar de obtener la liberación de sus soldados y el cadáver, el militar alemán ordenó el 19 de septiembre la destrucción de Boves con los pobladores que no habían logrado huir. Entre los 24 muertos estaban el padre Giuseppe y Vassallo. Ese mismo día, el padre Mario puso a salvo a los niños del orfanato y a otros pobladores de Boves. Alrededor de las 16.30 se acercó a un hombre herido por las balas nazis y que agonizaba. Mientras administraba la absolución, fue alcanzado por una ráfaga. Aún herido, fue ultimado con una puñalada por un soldado.
Semeraro, en la homilía de la Misa en la que beatifican a los 2 sacerdotes asesinados por el nazimo, recordó el episodio del Antiguo Testamento en que Moisés mantiene las manos en alto mientras las tropas de Josué combaten a los amalecitas. «Un gesto de intercesión a favor del Israel sufriente en la lucha. El Catecismo define como la profecía de la intercesión de Jesús en la cruz», afirmó el purpurado, al considerar que los nuevos beatos pueden ser asemejados «a los 2 brazos de Moisés, alzados para interceder en favor» de la Iglesia en Cuneo, donde sirvieron hasta el martirio, dado que la misión del sacerdote es esencialmente ser intercesor.
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