El arzobispo de Salta, Mario Cargnello, precisó que «el número de personas que se sienten afectadas profundamente por no poder rezar en sus templos, por no poder celebrar su fe es alto», en la homilía de la Misa que presidió en la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo, en la catedral del Señor y Virgen del Milagro, el 6 de junio pasado. El prelado pidió que se revise el decreto del presidente Alberto Fernández que restringe las celebraciones religiosas por la pandemia.
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«La disposición del decreto presidencial de necesidad y urgencia entierra la posibilidad de celebrar la Eucaristía. Yo me atrevo a pedir que se revise eso, por muchos motivos: porque el concepto de salud no puede negar lo religioso como un elemento que hace a la salud integral de las personas. Basta escuchar a la gente que viene a nuestros templos o al templo de algún otro culto u otra religión», precisó el arzobispo Cargnello, al reiterar que «el número de personas que se sienten afectadas por no poder celebrar su fe es alto». «No teman. En su inmensa mayoría, los sacerdotes hemos respetado, seguimos respetando y vamos a respetar las disposiciones de los protocolos. No es posible que no vean como salvación para la gente y no se descubra la bondad del hecho que la gente se siente en un templo, tomando las distancias, abriendo las ventanas de los templos para pedirle a Dios, que es el Señor de la historia», lamentó.
Aseguró que «es necesario abrir la mente también, es parte de la humildad que nos permitirá salir adelante». «Entiendo que se quiera ver desde pretendidas reflexiones de base científica, pero cuando se habla de las personas no hablamos de números simplemente. Es necesario vencer todo falso temor a Dios. Nunca podremos olvidar el clamor del papa san Juan Pablo II, cuando comenzó su pontificado, el 22 de octubre de 1978: ‘¡No teman, abran las puertas a Cristo!’», recordó. «No pedimos nada excepcional, sólo que la gente que todos los días va a las confiterías, va a las canchas de fútbol —jugadores— puedan estar aquí sin tocarse, tomando las distancias. Y de parte nuestra, limpiando el templo, los muebles y las imágenes y los pisos, como lo hacen nuestros voluntarios, ofreciendo el alcohol y la alfombra con lavandina para que se cuiden todos. Desde el corazón de la Eucaristía, éste es un ruego a quienes nos gobiernan», ratificó el prelado.
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