El hermano Peter Olarewaju, un monje sobreviviente de islamistas, habló del secuestro y tortura que padeció junto a otros 2 monjes de un monasterio benedictino en Nigeria, donde uno de ellos fue masacrado a manos de los captores, en una conversación con ‘ACI África’ el 26 de noviembre pasado, poco tiempo después de haber recibido el alta hospitalaria. El hermano Godwin Eze dedicó sus últimas horas a alentar a sus compañeros antes de ser disparado y arrojado a un río. Eze, junto con Olarewaju y el hermano Anthony Eze, fue secuestrado el 17 de octubre pasado del monasterio benedictino en Eruku. Ante la imposibilidad de hallar el cadáver del monje, el monasterio realizó honras fúnebres en la catedral de San José en Ilorin el 22 de noviembre pasado, tras varios días de búsqueda en el río.
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«Estábamos en muy mal estado cuando los secuestradores finalmente nos dejaron libres. Un día más con ellos y seguramente habríamos muerto», indicó, tras recordar que un grupo de 9 hombres armados con rifles AK-47, machetes y otras armas ingresó al monasterio mientras dormían. Más tarde, los monjes descubrieron que uno de los individuos era un granjero secuestrado en otro lugar, quien fue coaccionado para llevar a los sospechosos Fulani hasta el monasterio. Eventualmente, la familia de este hombre logró negociar con éxito su liberación. «Algo me decía que era Boko Haram y entonces intenté salir corriendo de la habitación», afirmó. «Rápido abandoné la idea de correr cuando sentí la presencia de los hombres en nuestra habitación. (…) Me deslicé debajo de la cama y me escondí allí durante un rato. Los oí cuando golpearon a mi compañero de cuarto Anthony, que gritó ‘¡Jesús!’», aseguró.
Olarewaju relató que fue descubierto por hombres que revolvieron su habitación y luego se unió a 2 monjes, Eze y Benjamín, ya arrodillados y con las manos atadas fuera de la casa. El líder de la banda preguntó quiénes hablaban hausa, y Benjamín, al levantar la mano, recibió un golpe en la cara. Olarewaju, Eze y Anthony Eze, que no hablaban hausa, fueron secuestrados y sufrieron hambre durante 5 días, después de caminar descalzos por diferentes terrenos. «No nos dejaban quejarnos y nos golpeaban con machetes, las armas y grandes palos de madera… A veces soportábamos la lluvia mientras ellos mismos hacían fuego lejos de nosotros… Se turnaban para golpearnos. No hay lugar en nuestros cuerpos donde no nos hayan golpeado. Hicimos todo lo posible para cubrir nuestros ojos durante las palizas. Lloramos hasta que nuestra voz se puso ronca», relató.
Eze fue asesinado el 18 de octubre por la noche mientras se desplazaba, como era su rutina, durante la noche, junto a Olarewaju y Anthony Eze. «Escuché a Godwin gritar muy fuerte. Uno de los hombres encendió una antorcha y pude ver a mi hermano de pie sobre un charco de sangre. Un gran trozo de madera le había atravesado el tobillo, dejando al descubierto su carne. Mientras luchaba por quitárselo de la pierna con las manos atadas a la espalda, tropezó y cayó en un gran pozo», contó Olarewaju. Eze ya no podía caminar, lo que hizo enojar todavía más a los secuestradores. «Esa noche la paliza fue peor que las anteriores. Los hombres nos habían seguido amenazando con matarnos; esa noche supimos que iban a cumplir sus amenazas», continuó relatando Olarewaju.
«Escuché a uno de los hombres rastrillar su arma. Dije una oración: ‘Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu’ y oí un tiro. Fue a Godwin a quien dispararon». Ambos fueron obligados a arrojar su cuerpo al río. «Hicimos todo lo posible para negarnos en medio de la paliza que nos dieron. Después de un rato, nos hicimos señales, sujetamos el cuerpo de nuestro hermano Godwin por el brazo y la pierna e intentamos saltar al río con él. Anthony saltó primero, pero lo sacaron rápido. Tras eso, recibió una dura paliza», recordó Olarewaju. En la entrevista, se le preguntó qué lo motivó para ser fuerte y seguir adelante. «Nos mantuvimos firmes en nuestras oraciones. De hecho, fue idea del hermano Godwin que sigamos con nuestras oraciones mentales. Nos hacíamos señales para orar en silencio ya que los hombres no querían escucharnos mencionar el nombre ‘Jesús’», ratificó.
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