El arzobispo de Edimburgo, Leo Cushley, denuncia la iniciativa de ley del suicidio asistido, que se debate actualmente en el Parlamento escocés, la cual «erosionaría aún más la forma en que nuestra sociedad valora la vida humana, que ya ha sido gravemente socavada por el aborto legal». El prelado aseguró que aunque al principio la ley sea restrictiva, terminará por usarse para acabar con los ancianos.
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Rechazó la noción de que la muerte era un asunto puramente privado, al aseverar que «todo lo que hacemos afecta a todos los demás para bien o para mal». «Nuestra actitud ante la vida, tanto en su inicio como en su final, determinará inevitablemente nuestra forma de abordar la vida en todas las etapas intermedias, lo que a su vez afectará al tipo de sociedad que construyamos juntos. Las leyes que hagamos sobre cómo tratamos a los que se acercan a la muerte informarán gradualmente sobre cómo se valora la vida humana en todos los aspectos», ratificó el arzobispo de Edimburgo, quien denuncia la ley de suicidio asistido.
Cushley habló de las «consecuencias» de un proyecto de ley de este tipo «probablemente serán graves y de gran alcance, como ya lo demuestra la experiencia en otros países». «Legalizar la eutanasia enviaría un mensaje a toda la sociedad de que las vidas que conllevan sufrimiento físico y mental, o graves discapacidades físicas, pueden considerarse que ya no merecen ser vividas. Esto no sólo es erróneo en principio —ya que ninguna vida carece de valor—, sino que también podría tener un efecto terrible y trágico en las personas vulnerables en sus momentos más débiles». Explicó que al legalizar el suicidio asistido, los «frágiles y ancianos» podrían verse como una «carga» para los demás, o incluso «sentirse presionados para pedir ayuda para acabar con sus vidas».
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