El cardenal y arzobispo de Bangui, en República Centroafricana, Dieudonné Nzapalainga, aseguró recientemente que «muchas veces» se arriesgó a recibir un balazo, tras ser en numerosas ocasiones apuntado con armas en la cabeza por ser pastor de una zona asolada por la guerra y el yihadismo, tras su participación en la última edición del Meeting de Rimini que tiene como título ‘Pasión por el hombre’, en una entrevista con ‘Tempi’ en la que habla de su vida y también de la necesidad de paz.
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«La pasión por el hombre es lo que siempre me movió. Lo vi en ese extraño hombre blanco, ese sacerdote misionero que vino al barrio muy pobre de Bangassou donde nací para jugar y comer con nosotros los niños. Y yo, el quinto de 10 hermanos, nacido de madre protestante y padre católico, decidí hacerme sacerdote para ser como él. Y como sacerdote primero, luego como obispo y cardenal, la pasión por el hombre me siguió guiando», afirmó el purpurado. Reiteró que «esta pasión es la de Jesucristo y viene de Él: Dios se hizo hombre para compartir nuestra vida, nuestras miserias y sufrimientos», puesto que con este espíritu no dejó de luchar por la paz.
Nzapalainga recordó la terrible situación de Bangassou en 2018. «Yo, junto con el imán y el pastor protestante, fuimos al bosque a encontrarnos con los líderes rebeldes. Estaban todos armados con fusiles y machetes, yo no tenía nada más que un corazón lleno del amor de Dios, lo único que te permite dejar de lado el odio y el rencor. Y les dijimos: ‘Ustedes no tienen derecho a matar, a maltratar a las personas, a humillarlas y a robar’. Entonces los escuchamos. Y así comenzó un viaje. Evidentemente es peligroso: muchas veces me arriesgué a recibir un balazo en la cabeza», aseguró el cardenal de República Centroafricana, tras considerar que el diálogo es la única manera de desarmar los corazones por encima de todo».
«Si los grandes misioneros europeos no hubieran estado convencidos de que no hay nada más importante que el mensaje del Evangelio —Dios se hizo hombre y nos ama— nunca me habría hecho sacerdote y nunca me habrían invitado a Rímini. Ayer, como hoy, solo hay un mensaje que vale la pena llevar al mundo entero: el amor de Jesucristo. El Evangelio siempre tendrá una fuerza revolucionaria. El cristianismo, al encontrarse con diferentes culturas, genera diferentes sensibilidades pero lo esencial es lo mismo para todos. Necesitamos, por tanto, comunidades donde este mensaje resuene con fuerza ya los jóvenes se les debe recordar que sólo el amor de Dios es capaz de llenar el corazón del hombre. Quizás alguien en Europa lo haya olvidado. Pero para ir a buscar jóvenes, para encontrarse con jóvenes hay que tener pasión por el hombre. Vengo a la Junta a hablar de esto», ratificó.
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