3 obispos de Estados Unidos recorren juntos el Camino de Santiago en oración y sin renunciar a intercambiar las habituales conversaciones con los peregrinos que se encontraban, en agosto pasado, tras ir cargados con el equipaje imprescindible como marca el protocolo y vestidos con ropa cómoda. El obispo de Lincoln, James Conley, de 67 años; el arzobispo de Oklahoma, Paul Coakley, de la misma edad; y el obispo de Gallup, James Wall, de 57 años, llegaron a Santiago el 1 de septiembre pasado con la intención de repetir.
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Los prelados solían presidir o concelebrar cada tarde en los pueblos que atravesaban una Misa del peregrino, dado que en sus mochilas tenían un ‘equipo de auténtica supervivencia’ compuesto por un cáliz, una patena, un corporal, un purificador, y 2 botellas de plástico para el agua y el vino. Cada obispo, además, tenía su propia alba, una casulla de viaje ligera, una estola y la cruz pectoral. Los 3 amigos obispos caminaron más de 25 kilómetros diarios, durante 2 semanas y media, para conseguir llegar hasta la tumba del Apóstol. «No ocultamos que éramos obispos. Muchas veces estábamos caminando y hablando con algunas personas, y cuando llegaba la hora de Misa, nos vestíamos, y decían: ‘¡Dios mío, pero si son obispos!’. Después, empezábamos una conversación sobre Dios o sobre otras cosas», sostuvo Conley.
Los amigos obispos también llevaban intenciones personales por las que ofrecer el Camino, como es el caso de Conley que en 2018 comenzó a sufrir depresión y se tomó un año sabático. «Pensé que sería una gran oportunidad para ofrecérselo a Dios en acción de gracias, por haberme ayudado a superar un momento tan difícil en mi vida», indicó el prelado, quien además ofrecía intenciones concretas por sus propios fieles. «Aunque los 3 somos obispos de Estados Unidos, nos desconectamos de esa responsabilidad durante algunos días, lo cual fue sentimiento de liberación. Sabíamos que estábamos dejando nuestras diócesis bien cuidadas, con nuestros vicarios generales y nuestro personal. Hacer el Camino fue una sensación maravillosa», aseguró, al destacar la importancia de estas actividades, no solo para la salud espiritual, sino también para la mental.
«En nuestras diócesis estamos en la cima y no tenemos a nadie a quien podamos acudir. Cuando estamos juntos, como ahora, tenemos la oportunidad de ser nosotros mismos y no ser ‘el obispo’. En estas ocasiones podemos abrir nuestros corazones y hablar de nuestros desafíos. Es una excelente manera de recibir apoyo, fortaleza, consejo y asesoramiento sobre nuestra tarea como obispos, y sobre nuestra vida: que no estamos solos. Cada día tenía a alguien por el que rezar. Esa era la mejor motivación», enfatizó el prelado. Coakley indicó que durante las veces que había hecho el Camino nunca había conocido a otros obispos, y aseguró que les gustaba mucho poder ir en peregrinación al lugar de descanso de uno de sus predecesores más ilustres. «Como sucesores de los apóstoles, creo que sentimos gran afinidad por él y por su testimonio», ratificó.
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