VOLVAMOS AL PASTOR Y GUARDIÁN DE NUESTRAS ALMAS. 

Por Silvio Pereira.

Eran como ovejas descarriadas, pero ahora han vuelto al pastor y guardián de sus almas. (1 Pe 2, 25).

1. En este Domingo del Buen Pastor, necesité brevemente —resignando ser todo lo preciso y contextualizado que quisiera— expresar algunas impresiones personales que vengo rumiando ya hace largo tiempo.

2. El Señor Jesucristo es el Pastor de todos y todos —desde el Papa hasta el último bautizado— somos sus ovejas. Y debemos dejarnos pastorear por este Buen Pastor que da la Vida por nosotros. La virtud de la docilidad, el ejercicio del discernimiento y la firme decisión de vivir para hacer la Voluntad de Dios son imprescindibles. Sin esta disposición personal y comunitaria nos quedaremos fuera del pastoreo santo del Señor.

3. Lamentablemente la Iglesia que peregrina en la historia desde algún tiempo atrás se ve inmersa en una creciente confusión: disparidad de criterios doctrinales y pastorales –a veces incluso aparentemente contradictorios-, deficiencias de formación cristiana que dificultan comprender las situaciones vividas con sentido de fe, creciente relativismo y distorsión ideológica de la comunicación. —Es evidente que el ‘clima cultural del mundo’ la ha impactado—.

4. Una Iglesia peregrina que no ha madurado suficientemente su identidad como ‘pueblo o realidad pastoral’. A menudo se oye hablar de la ‘democratización de la Iglesia’ —y sin desconocer el influjo que ejercen sobre ella las formas históricas de organización social—, la Iglesia se constituye como un pueblo que escucha la voz de Dios, la discierne y vive según su Voluntad salvífica. Puede tener rasgos monárquicos, feudales, federativos, democráticos o los que fuese; pero no es una monarquía, un feudo, una federación o una democracia. Puede incorporar metodología y recursos de organización —por ej. el voto— pero no en función de que quienes la constituimos decidamos su identidad, sino en cuanto medios para buscar juntos la Voluntad de Dios. Es un ‘pueblo o realidad pastoral’ donde el Señor anima, conduce y lleva adelante su Pastoreo Redentor. Un pueblo reunido por la Santísima Trinidad y conducido en el Espíritu Santo por Jesucristo hacia el Padre.

En la Iglesia algunos miembros en virtud del Orden Sagrado ejercen en nombre de Cristo —como mediaciones suyas- el servicio pastoral. Otros miembros, desde su sacerdocio bautismal colaboran en esta animación pastoral con diversos carismas y ministerios. Pero esta autoridad pastoral sólo es ejercida rectamente en cuanto sintoniza plenamente con la Tradición Apostólica y la Sagrada Escritura —Depósito de la fe—, bajo el cuidado solícito e interpretación autoritativa del Magisterio. —Se supone poder distinguir los diversos niveles de pronunciamiento del Magisterio con el diverso grado de adhesión que requieren. También no confundir reductivamente el Magisterio a solo las expresiones actuales del presente histórico; sino comprenderlo como un todo orgánico, un cuerpo viviente de doctrina y recepción creyente a lo largo de la historia eclesial—.

5. Entre los ministros ordenados observo dos acentos a corregir:

  • A veces un ‘populismo pastoral’ o ‘buenismo pastoral’ que nos lleva a expresar y poner por obra lo que el pueblo quiere. Se trata de una opción de tendencia ‘política’ que interpreta la animación pastoral como evitar conflictos, actuar en base a la popularidad de las decisiones, intentar tener contentos a todos y cohesionar por medios prioritariamente humanos a la comunidad. Obviamente aquí se desvaloriza la Verdad revelada y se debilita el sentido sobrenatural de la fe. La Iglesia es más una construcción nuestra; el resultado de nuestra habilidad de gobierno por el ‘quehacer político’.
  • Otras veces, un ‘clericalismo autosuficiente’ decide todo a solas desde arriba sin ejercicio de diálogo y discernimiento comunitario. Se trata de un paternalismo que engendra infantilismo e impide la maduración en la co-responsabilidad fraterna.

En cualquiera de estas desviaciones se traiciona la ‘pastoralidad eclesial’. O todo se decide por el voto y el consenso sin que el pastor tenga una palabra autorizada en nombre de Cristo Cabeza, una palabra de fidelidad a la fe recibida y que debe transmitirse íntegramente; o se deja todo puerilmente en manos del pastor, quitándose el Cuerpo eclesial de encima su propia responsabilidad. Pero en ambas inclinaciones la Voluntad de Dios y su Pastoreo no son aceptados en toda su dimensión y con todas sus consecuencias.

Si bien la Iglesia ha dispuesto mediaciones —institutos, consejos, organismos y procedimientos— para la co-responsabilidad pastoral, aún estamos lejos —por diversos motivos— de un diálogo maduro en clave de fe y caridad. Aún nos falta comprender como Iglesia de un modo más profundo nuestra ‘identidad pastoral’. Hemos enfatizado ‘lo pastoral’ como el quehacer evangelizador —dimensión práctica— y descuidado tal vez su origen y fundamento: la comunitaria escucha y recepción de la voz de Dios —dimensión contemplativa—.

6. Entre las ovejas —allí también me incluyo— vienen acentuándose algunas tendencias.

  • Un ‘progresismo laxo’, que suele opinar que la Iglesia debe modernizarse y acomodarse a los tiempos. Se trata de una excesiva ‘mundanización’. Aquí no se percibe bien el pecado y se tiende bajo pretexto de falsa misericordia a justificarlo todo, concluyendo que sí o sí seremos salvados y que no hay posibilidad de condenación. De esta forma se desmotiva toda aspiración de santidad hacia una masiva medianía estandarizada. «El promedio anestésico de la mediocridad», lo llamaría ¿Al Dios que se ofrece totalmente, nosotros responderemos parcialmente? Se trata de una distorsionada acomodación al mundo que además pone en el centro de la vida de la Iglesia las vicisitudes de la historia, quitando la mirada al horizonte escatológico. Una Iglesia concentrada en el aquí y ahora y menos sensible a su vocación a la Gloria.
  • Un ‘conservadurismo fundamentalista’ que ve pecado en todos lados y tiene una obsesiva insistencia en la indignidad de la persona. Una neurosis religiosa que se ata a las formas y no percibe la centralidad profunda del Misterio que subyace. Entonces engendra voluntarismo y una ‘justiciera’ necesidad de reparación. Se pierde la primacía de la Gracia y en pos de una santidad entendida como ‘purismo y separación’ se debilita el ejercicio de la Misericordia que rescata y reconcilia. Aquí la relación con el mundo también se distorsiona hacia un constante juicio negativo, un repliegue defensivo y una espiritualidad ‘puritanista’.

En ambas inclinaciones de nuevo nosotros somos el centro y no Dios; pesa más nuestra realidad que su Gracia y su Misericordiosa Voluntad Santificante. Otra vez su Pastoreo no es receptado y vivido en plenitud de Vida Nueva.

7. Descriptas estas coordenadas —según mi óptica— tenemos por delante un gran camino por recorrer. «Volver al Pastor y Guardián de nuestras almas». Redescubrir a la Iglesia como un pueblo pastoral de hermanos que, según los ministerios y carismas que Dios ha dispuesto, escuchen su voz y busquen apasionadamente vivir según su Voluntad. Caminemos con la mirada puesta en el Señor y no dejemos de confiarnos a su Guía en todos los caminos.

VOLVAMOS AL PASTOR Y GUARDIÁN DE NUESTRAS ALMAS. Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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