VOCACIÓN DE NATANAEL.

Por Mario Ortega.

Jn 1,45-51. Vocación de Natanael. Fiesta de San Bartolomé, 24 de agosto.

En aquel tiempo, Felipe encuentra a Natanael y le dice:
– «Aquel de quien escribieron Moisés en la Ley y los profetas, lo hemos encontrado: Jesús, hijo de José, de Nazaret».

Natanael le replicó:
– «¿De Nazaret puede salir algo bueno?

Felipe le contestó:
– «Ven y verás». 

Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él:
– «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño».

Natanael le contesta:
– «¿De qué me conoces?»

Jesús le responde:
– «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi».

Natanael respondió:
– «Rabí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel».

Jesús le contestó:
– «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores».

Y le añadió:
– «Yo os aseguro: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

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Los ayes de Jesús

1. Jesús hoy pronuncia los conocidos «ayes» contra la actitud de los fariseos: Ay de vosotros, fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de Dios, ay de vosotros que devoráis los bienes de las viudas, ay de vosotros, guías ciegos… El Señor lanza este reproche, esta advertencia severa, a los fariseos de todos los tiempos y religiones, que ceden a la tentación de vivir una fe falsa, en la que no concuerda lo que se dice creer con lo que se vive. Son «ayes» correctivos, que no salen de un corazón lleno de ira, sino de uno lleno de misericordia.

2. Efectivamente, el Corazón de Jesús pronunciará otros muchos «ayes» con motivo de su pasión, del dolor que sufre por amor a nosotros, por nuestra salvación, también por la conversión de aquellos fariseos y de nosotros fariseos. Son muchos más los «ayes» de Jesús como expresión de su dolor redentor que como expresión de su advertencia severa para incitar nuestra conversión.

3. Por tanto, cuando Jesús dice «Ay» es siempre sinónimo de un bien para nosotros, que somos la causa de que lo pronuncie. Con su «ay», Jesús siempre sana. Sus heridas nos han curado.

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