¿SERÁ EL SÍNODO DE LA RUPTURA?
Por Silvio Pereira.
De ayer a hoy
«Acerca de la sinodalidad que viene», es el título esforzadamente prudente con el cual encabecé un breve artículo que terminé de redactar el 29 de noviembre de 2021 y que aún permanece publicado en este portal VenL desde el 2 de diciembre de aquel año. Era el primer tiempo de la amplia consulta al Pueblo de Dios y sentía necesidad de dar algunas claves a mi comunidad para introducirnos en el ejercicio del diálogo sinodal. Como hoy me veo impulsado a repasar aquella reflexión y ofrecer otras consideraciones tras el trecho de camino recorrido.
«La Iglesia contemporánea nos convoca a un renovado ejercicio de la Sinodalidad. Esto supone, en principio, no pocas virtudes cristianas para que el proceso sea fructuoso». Tenía pues una clara conciencia hace un año que esta herramienta dependía en parte de la calidad de la participación eclesial.
- «Participación con espíritu de fe», la primera virtud que enumeraba. Y rememorando mis personales experiencias de asambleas eclesiales de todo tipo con gran presencia de laicos afirmaba: «Falla la representatividad y la preparación, suelen convertirse en sesiones de opinología divagante o en una catarsis de frustraciones eclesiales más que en un auténtico y maduro ejercicio de escuchar juntos al Espíritu Santo que nos hace descubrir la Voluntad de Dios para su Iglesia». Y en verdad al acceder a las conclusiones de la etapa diocesana me temo que una vez más se ha confirmado la estable tendencia a derivar hacia la opinología infundamentada, la catarsis resentida y el libre comentario fuera de la regla o canon de la fe. Ciertamente se han expresado aportaciones valiosas pero el método de consignarlo todo sin distinguir ni su peso cuantitativo ni su calidad evangélica ha resultado en una avalancha confusa de consignas que con mucha dificultad podrían ser armonizadas en un sistema coherente. Un verdadero desorden casi caótico donde algunas insistencias repetidas parecen provenir de enfoques ideológicos extraeclesiales.
Además, aunque no me animé a ponerlo por escrito, desde el comienzo de la convocatoria al Sínodo pensé que no era el momento oportuno. Así lo comenté con allegados. La Iglesia se encontraba en una profunda crisis, y su forma de responder a la pandemia lo había evidenciado hasta lo impúdico. ¿Era el tiempo de convocar para intentar abrir caminos por delante? Justamente la máxima Ignaciana reza: «En tiempos de desolación no hacer mudanzas». Intentar salir a la cancha con el equipo desmembrado es temerario y poco razonable. Un tal apuro podría señalar otro desorden, el de las pasiones.
«Este Gran Sínodo parte encima provocando algunos prejuicios. El apresuramiento y escaso tiempo para elaborar la consulta como una sesgada direccionalidad que parece ya inducir la respuesta que se quiere escuchar, hacen que no pocos tengan desconfianza. Para algunos se trata solo de una gran cortina de humo y para otros la oportunidad para introducir temas de la agenda global del mundo en la consideración eclesial». Cuando escribía este párrafo en 2021 apostaba por no quedarnos en este planteo, superar la tentación e intentar una participación madura y constructiva. Creo que pequé de ingenuidad. Hoy se percibe que todo estaba más sesgado y digitado de antemano de lo que uno preveía.
Tal vez la candidez me llevaba a esperar que nadie se atrevería a actuar con descaro. Pero cuando con algunos sabios y contemplativos clérigos y laicos nos preguntábamos para qué semejante consulta cuando quizás el documento final ya estaba escrito, tristemente no estábamos siendo presos de la paranoia del complot, sino avizorando que el proceso estaba gravemente viciado de una direccionalidad interesada. Sin embargo debo decir que se está dando más pelea de la que imaginaba y que no está fluyendo suavemente. La creciente tensión interna en la Iglesia sin embargo ahora amenaza con otro peligro: la ruptura. - «Fraternidad y humildad», la segunda virtud reclamada. En este aspecto realmente no hice más que algunas piadosas exhortaciones quizás demasiado enfocado en mi propia comunidad. «A veces usamos nuestra larga historia de participación en la Iglesia o los cargos que detentamos como una forma de poder y manipulación. Pero debemos desnudarnos y entrar descalzos a la tierra sagrada del diálogo con los hermanos para escuchar juntos la voz de Dios. Me invito e invito a todos a ingresar al Sínodo como recién llegados. No desconocemos la historia y el valor de la experiencia. Pero no por respetar aquello debemos convertirnos en cristianos gastados y sin novedad. Debemos ayudarnos todos a reencender el amor primero y a estar expectantes porque se nos revelará juntos la Voluntad del Padre».
Constato que el gran problema sigue siendo no escuchar la Voz de Dios. Nos empeñamos en que nuestra voz sea escuchada porque es nuestra y tiene derecho. La voz del otro es valorada en tanto sintoniza o antagoniza con mi voz. Las voces se reúnen para hacer fuerza juntas en contra de otras. Por todos lados nuestras voces y las voces de fuera de la Iglesia que aportan más confusión. Y muy pocos intentan discernir si en estas voces que resuenan estridentes y gritonas perturbando la paz eclesial se transmite y está presente en algún punto la voz del Señor. El drama de este Sínodo parece ser justamente que la Voz de Dios está desaparecida. No podría ser de otra forma, que su Voz quede censurada o tapada o impedida, pues desde el comienzo hemos puesto en el centro nuestras voces. - «Búsqueda de la Voluntad de Dios», la tercera virtud cristiana invocada. Permítanme aquí una larga cita autoreferencial de aquel escrito de 2021.
«El Sínodo requerirá una adultez de vida cristiana que a veces lamentablemente falta demasiado entre nosotros. No se trata de que todos podamos opinar y que todas las opiniones —con secular y relativista tolerancia— queden a la par como si todo valiese lo mismo. No se trata de estrategias rosqueras al estilo político para imponer tal o cual posición. Ni se trata de alcanzar por votación un consenso democrático.
Se trata de escuchar juntos a Dios y de vivir según su Santa Voluntad. Se trata de hablar con fundamento y expresar fielmente cada uno lo que el Espíritu quiere expresar a través nuestro. Se trata de escuchar y discernir lo que el Espíritu sopla cuando la Iglesia es convocada y reunida en la Santísima Trinidad.
Temo sinceramente esa prédica de la opinión pública acerca de que la consulta sinodal va a cambiar revolucionariamente a la Iglesia introduciendo modernizaciones que el mundo aclama. Temo que no seamos servidores de la Verdad del Evangelio y que nos dejemos seducir recortando o retorciendo la Verdad que Dios nos ha comunicado para la Salvación.
Me invito entonces e invito a todos a ser enteramente fieles a la Voluntad de Dios contenida en el Sagrado Depósito de la Fe —Escritura y Tradición— que el Magisterio debe guardar, conservar y transmitir con fidelidad. Busquemos juntos una fidelidad creativa y una creatividad fiel para que el Evangelio sea anunciado gozosa y eficazmente a toda la humanidad».
Nada que agregar. De ayer a hoy los mismos temores, idénticas peticiones y una oración más intensa para que no caigamos en la tentación.
Continuará…
¿SERÁ EL SÍNODO DE LA RUPTURA? Por Silvio Pereira.
El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.