ACERCA DE LA SINODALIDAD QUE VIENE.

Por Silvio Pereira.

  1. Participación con espíritu de fe 

Mi experiencia pastoral me dice que es el punto más difícil de lograr: una participación representativa y cualificada.

En todas las comunidades que me ha tocado animar he convocado a alguna Asamblea. A menudo he encontrado que el estamento de dirigentes —ya sea de instituciones, movimientos o grupos— tiene baja participación. Creo que debido a que están más interesados en su propia agenda que en la agenda común. Esa mirada parcial de la realidad eclesial es bastante habitual. 

Los agentes responsables de pastorales comunitarias en cambio son más sensibles a la convocatoria. Y ciertamente hay un buen número de asambleístas que representan a miembros de la comunidad solamente ligados al culto. Raramente se acerca alguien extra-comunitario, o porque no se ha invitado con convencimiento o porque no se sienten motivados a dialogar con la Iglesia. 

Las Asambleas Parroquiales y Diocesanas en las que he participado además, tienen una gran carencia en la preparación previa. No logramos realizar procesos que aseguren una participación bien fundada. Por eso, porque falla la representatividad y la preparación, suelen convertirse en sesiones de «opinología divagante» o en una «catarsis de frustraciones eclesiales» más que en un auténtico y maduro ejercicio de escuchar juntos al Espíritu Santo que nos hace descubrir la Voluntad de Dios para su Iglesia. Este «Gran Sínodo» parte encima provocando algunos prejuicios. El apresuramiento y escaso tiempo para elaborar la consulta como una sesgada direccionalidad que parece ya inducir la respuesta que se quiere escuchar, hacen que no pocos tengan desconfianza. Para algunos se trata solo de «una gran cortina de humo» y para otros la oportunidad para introducir temas de la agenda global del mundo en la consideración eclesial. No podemos negar que hay datos objetivos que hacen plausible esta desconfianza previa pero quedarnos en esta posición sería claramente una tentación. 

Me invito e invito a todos a hacer del Sínodo una verdadera oportunidad para escuchar lo que el Espíritu Santo tiene para decirle a la Iglesia. Eso supone de nosotros una adecuada preparación y un involucramiento que garantice mejor la representatividad. Necesitamos participar con un maduro y robusto espíritu de fe. 

  1. Fraternidad y humildad 

La insistencia que se nos dirige para «caminar juntos» también invita a redescubrirnos como hermanos, a ser muy humildes y a cultivar aquella actitud que se nos propone en la Escritura:

Así, pues, los conjuro en virtud de toda exhortación en Cristo, de toda persuasión de amor, de toda comunión en el Espíritu, de toda entrañable compasión, que colmen mi alegría, siendo todos del mismo sentir, con un mismo amor, un mismo espíritu, unos mismos sentimientos. Nada hagan por rivalidad, ni por vanagloria, sino con humildad, considerando cada cual a los demás como superiores a sí mismo, buscando cada cual no su propio interés sino el de los demás. Tengan entre ustedes los mismos sentimientos que Cristo (Flp 2,1-4)

San Benito Abad, en su Regla para la vida monástica, invitaba a la comunidad a prestar atención al último novicio en quien también hablaba el Espíritu de Dios. Esta sana tradición espiritual debe ser recordada al ingresar al ejercicio sinodal. A veces usamos nuestra larga historia de participación en la Iglesia o los cargos que detentamos como una forma de poder y manipulación. Pero debemos «desnudarnos y entrar descalzos» a la tierra sagrada del diálogo con los hermanos para escuchar juntos la voz de Dios.

Me invito e invito a todos a ingresar al Sínodo como «recién llegados». No desconocemos la historia y el valor de la experiencia. Pero no por respetar aquello debemos convertirnos en cristianos gastados y sin novedad. Debemos ayudarnos todos a reencender el «amor primero» y a estar expectantes porque se nos revelará juntos la Voluntad del Padre. 

  1. Búsqueda de la Voluntad de Dios 

El Sínodo requerirá una adultez de vida cristiana que a veces lamentablemente falta demasiado entre nosotros. No se trata de que todos podamos opinar y que todas las opiniones —con secular y relativista tolerancia— queden a la par como si todo valiese lo mismo. No se trata de «estrategias rosqueras» al estilo político para imponer tal o cual posición. Ni se trata de alcanzar por votación un consenso democrático. Se trata de escuchar juntos a Dios y de vivir según su Santa Voluntad. Se trata de hablar con fundamento y expresar fielmente cada uno lo que el Espíritu quiere expresar a través nuestro. Se trata de escuchar y discernir lo que el Espíritu sopla cuando la Iglesia es convocada y reunida en la Santísima Trinidad. 

Temo sinceramente esa prédica de la opinión pública acerca de que la consulta sinodal va a cambiar revolucionariamente a la Iglesia introduciendo modernizaciones que el mundo aclama. Temo que no seamos servidores de la Verdad del Evangelio y que nos dejemos seducir recortando o retorciendo la Verdad que Dios nos ha comunicado para la Salvación. 

Me invito entonces e invito a todos a ser enteramente fieles a la Voluntad de Dios contenida en el Sagrado Depósito de la Fe —Escritura y Tradición— que el Magisterio debe guardar, conservar y transmitir con fidelidad. Por tanto a vivir el Sínodo con discernimiento y con docilidad a los pastores que tienen el carisma de santificar, gobernar y enseñar al Pueblo de Dios que les ha sido confiado. Busquemos juntos una fidelidad creativa y una creatividad fiel para que el Evangelio sea anunciado gozosa y eficazmente a toda la humanidad. 

  1. En un clima orante 

La espiritualidad en el camino del Sínodo es relevante. Tenemos que prepararnos con intensa e insistente oración. Porque la clave es escuchar a Dios y escucharlo juntos. Debemos pedir al Espíritu Santo que nos conduzca. Primero será necesario despojarnos de traumas, heridas, caprichos y todo lo que nos impida escuchar de verdad. Debemos abandonar cualquier pretensión de imponer lo nuestro. Simplemente debemos hacernos dóciles y disponibles a la Voluntad de Dios. Y esto no se puede alcanzar sin mucha oración personal y comunitaria, sin frecuente Adoración Eucarística y participación en la Santa Misa, Pascua del Señor. 

Por eso personalmente juzgo que aquellos miembros de la comunidad cristiana que mejor cultiven el  trato con el Señor estarán más capacitados en el Sínodo para expresar lo que Dios quiere y para escuchar lo que Dios quiere. 

Me invito e invito a todos a no ingresar al Sínodo sin cultivar un intenso y cotidiano diálogo con Dios. Sin oración personal y comunitaria sembraríamos confusión y tendríamos escaso  discernimiento eclesial. Sin oración haríamos del Sínodo un evento de secularización mundana. El Sínodo depende en gran manera del estado saludable a nivel espiritual de quienes participen. 

Espero que esta breve meditación personal, que no va mucho más allá del sentido común, nos sirva a todos para prepararnos a celebrar el Sínodo con buen espíritu y a hacer de la sinodalidad una experiencia más concreta y habitual. Que la sinodalidad en la Iglesia sea solo según el modo de Dios, que comprenden y aceptan quienes verdaderamente viven en Fe.

ACERCA DE LA SINODALIDAD QUE VIENE. Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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