Hombres armados secuestran a un sacerdote en Abraka, en la zona local de Ethiope East, en el estado de Delta, al sur de Nigeria, el 15 de marzo pasado. El presbítero raptado es Harrison Egwuenu, director del colegio Saint George de Obinomba, a quien los captores sacaron de su auto, tras disparar al aire para asustar a los transeúntes. Un testigo afirmó haber recogido una quincena de cartuchos de Kalashnikov en el lugar del secuestro, según fuentes locales.
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El administrador de la catedral del Sagrado Corazón del obispado de Warri, Benedict Okutegbe, pidió oraciones por la pronta liberación de Egwuenu, al que describió como un «sacerdote trabajador y dedicado». «Por favor, únase a nosotros en oración por la pronta liberación del padre Harrison Egwuenu y por la paz y la seguridad en Nigeria», imploró. Okutegbe detalló que el presbítero fue «secuestrado por hombres armados que lo llevaron a un destino desconocido», cuando regresaba a la escuela católica «donde fue nombrado director recientemente».
Explicó que el secuestro ocurrió cerca de las 20 y que ya se «se notificó a las autoridades y se inició la búsqueda de los secuestradores». Consideró, después que desconocidos secuestran a un sacerdote en el sur del país, que el problema de la inseguridad en Nigeria «no tiene nada que ver con la religión». «Se puede decir que es simplemente un reflejo del colapso del aparato de seguridad del estado y el país. Ya nadie parece estar a salvo», lamentó. Los secuestros con fines de extorsión son cada vez más frecuentes en Nigeria, al igual que los secuestros masivos de estudiantes. Entre las víctimas hay varios sacerdotes y religiosos, pese a la disposición de hace varios años de la Conferencia Episcopal de Nigeria de evitar el pago de rescates.
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