SAN HILARIÓN.

Por Juan María Gallardo.

Fiesta: 21 de octubre.

«Yo haré, asnillo, que no cocees; no te alimentaré con cebada, sino con paja; te haré sufrir el hambre y la sed, y pondré sobre tus lomos una carga pesada». Así hablaba a su cuerpo Hilarión cuando se retiró al desierto. Y al morir ya centenario: «Sal, alma mía ¿qué esperas? Setenta años que sirves a Cristo, y ¿aún temes morir?».

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Estamos ante un hombre que llamó poderosamente la atención en su tiempo y hasta nuestros días por su gran austeridad de vida y por los duros tormentos con que azotaba su pobre cuerpo. Parece que nació en la villa palestinense de Tabatha allá por el año 271. Su vida es conocida gracias a San Jerónimo. En ella cuenta las maravillas que este hombre realizó en su vida dando testimonio de una extraordinaria vida mortificada. Hasta la Edad Media se extendió su fama llegando a ser uno de los Santos más conocidos y que más émulos tuvo en todos los tiempos. Era de familia noble y lo dejó todo por seguir a Jesucristo por el camino de la soledad y de la más estrecha mortificación.

SAN HILARIÓN.

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