«Pánico, cansancio y ansiedad». Las tres hermanas Misioneras Clarisas del Santísimo Sacramento describen con estas palabras cómo vivieron el terremoto que hace tres días sacudió la ciudad de Mamuju, la capital de la provincia de Célebes Occidental. Pasaron dos días en un refugio y, luego, las religiosas clarisas regresaron a la ciudad y organizan la distribución de ayuda ayuda humanitaria para los sobrevivientes tras el terremoto que asoló Indonesia.
La agencia gubernamental a cargo de la gestión de desastres (BNPB) informa un saldo de 81 muertos, 1150 viviendas gravemente dañadas o destruidas y 15 escuelas en peligro de derrumbe. Los socorristas siguen excavando entre los escombros a la búsqueda de sobrevivientes. El general Doni Morado, a cargo de los operativos, asegura que pronto realizarán tests de diagnóstico de COVID-19 a todos los habitantes.
La situación de emergencia, con la gente hacinada en refugios y tiendas, no permite respetar las pautas para contener la pandemia. En el sudeste asiático, Indonesia es el país más afectado por el coronavirus. Hasta el momento se reportan 908.000 casos y 26.000 muertos. La provincia de Célebes Central registra 2500 contagios y 58 muertos.
Las religiosas clarisas organizan la ayuda humanitaria tras el terremoto de Indonesia. Sor Fransiska, una de las tres religiosas, no cesa de repetir: «Por favor, no olviden colocarse la mascarilla. Aún cuando no sea fácil acatar el distanciamiento social en estas condiciones». La hermana y sus dos compañeras, junto con algunos voluntarios, se dedican a conseguir y distribuir comida —sobre todo sopa de pollo— para los sobrevivientes.
La religiosa narra la odisea que vivió junto a sus dos hermanas y al párroco Victor Wiro Patinggi Pr., de la iglesia de Santa María en Mamuju. El 14 de enero hubo varios temblores de corta duración. Las religiosas decidieron permanecer en el convento y lo mismo hizo el párroco. Sin embargo, en la noche del 15 de enero, se produjo un fuerte terremoto de 6.2 grados de magnitud y todos huyeron del lugar. Hubo un apagón y la zona quedó completamente a oscuras. Mientras caminaba, el padre Víctor pisó vidrios rotos y resultó herido. La iglesia sufrió algunos daños.
La provincia de Célebes Occidental se estableció recientemente —en el año 2004— y no posee grandes infraestructuras. La capital, Mamuju, es una ciudad pequeña, con una población de 300.000 habitantes.
Las hermanas evacuaron el convento y fueron trasladadas a un lugar alto —por temor a los tsunamis—, en Kelapa Tujuh, donde hallaron miles de personas reunidas, buscando ponerse a salvo. Por suerte, una familia musulmana les ofreció hospitalidad a ellas y a 14 personas más. «La casa era algo pequeña —recuerda sor Franciska— pero tenían agua fresca, que venía de una fuente local”.
Pocos días después, sor Franciska y sus hermanas regresaron a Mamuju, donde administran una escuela y colaboran con la pastoral de la parroquia desde hace muchos años. Hay que destacar que la situación no es tranquila. Son constantes las réplicas de asentamiento, y algunas son fuertes. Ayer, una familia católica les ofreció una tienda donde alojarse de forma temporaria. Por la noche, la ciudad devastada se sumerge en una oscuridad casi completa porque el servicio eléctrico sigue interrumpido. Son pocas las casas que cuentan con equipos electrógenos.
Con la luz del día, las religiosas y el párroco —que por ahora camina con ayuda de una muleta— salen a buscar donaciones. Son numerosas las colaboraciones anónimas que reciben y las acumulan en la iglesia para su distribución. En tanto, la red de Cáritas local —Makar— ayer comenzó a distribuir ayuda humanitaria a los sobrevivientes y a las víctimas del terremoto, un gesto que fue muy bien apreciado por el arzobispo de Makassar, John Liku Ada‘. Para los católicos fue un gran consuelo escuchar al Papa Francisco ayer en el Ángelus, cuando rezó por las víctimas, los sobrevivientes, las familias y los voluntarios.
Para Indonesia, situada en la zona sísmica del llamado ‘Anillo de fuego’, los peligros no han terminado. Hoy entró en erupción el volcán más activo del país, el Monte Merapi, en Java Central. La lluvia de lapilli y ceniza inundó el aire, mientras la lava incandescente se derramaba en dirección al río Krasak. Hace dos días, el monte Semeru también entró en actividad. El volcán se encuentra en el distrito de Lumajang —Java oriental— y al erupcionar lanzó nubes de cenizas que alcanzaron los 4.000 metros de altura.
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