QUE LLEGA EL ESPOSO, SALID A RECIBIRLO.
Por Mario Ortega.
Mt 25,1-13. Que llega el esposo, salid a recibirlo. Viernes semana XXI TO
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
-El Reino de los Cielos se parecerá a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas. Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas. El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz: -«¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!» Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas. Y las necias dijeron a las sensatas: -«Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas». Pero las sensatas contestaron: -«Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis».
Mientras iban a comprarlo llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas y se cerró la puerta. Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo: -«Señor, señor, ábrenos». Pero él respondió: -«Os lo aseguro: no os conozco». Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.
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Estar preparado es hacer a Dios ya presente
1. La parábola de las diez vírgenes nos presenta, como sabemos, a cinco de ellas que aguardan con sus lámparas preparadas la venida imprevista del esposo, mientras que las otras cinco viven despreocupadas pensando que podrán preparar todo a última hora. Al margen de la necedad que supone esta actitud, podemos hacer la siguiente reflexión.
2. Quien está preparado, vive ya la presencia del Señor. Con la preparación de su aceite, la puesta a punto de las lámparas, la revisión diaria de las mismas… las vírgenes prudentes viven en la continua esperanza y recuerdo del Señor amado, haciendo crecer en ellas la emoción y el gozo de saber que viene en cualquier momento. Viven la presencia de Dios en la esperanza. Sin embargo, la no preparación a la venida del Señor, nos hace olvidarnos cada vez más de él, vivir sin esperanza, sólo de las satisfacciones momentáneas del día a día.
3. La virtud de la esperanza es una fuerza tremenda que nos hace mantenernos en vela y gozar de la futura venida del Señor ya en el presente. Quien mantiene la certeza de que Dios va a venir infaliblemente, vive ya con Él en el corazón. Y es que ese corazón ardiente es la verdadera lámpara encendida.