Las hermanas trapenses, que pertenecen a la Orden monástica católica, es otra congregación religiosa que salió de Nicaragua después de 22 años, el martes 28 de febrero. Una decena de religiosas, que abandonaron el país «por motivos de la Orden», precisaron que continuarán su misión pastoral en Panamá. La decisión fue tomada una semana después de que el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, calificó de «mafia» a los sacerdotes, obispos, cardenales y al Papa Francisco.
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«Nosotras, las hermanas trapenses de Nicaragua, hemos dejado voluntariamente el país por motivos de la Orden, falta de vocaciones, ancianidad de varias hermanas», indicaron, a través de un mensaje en sus redes sociales. «Seguiremos siempre unidos en la oración, en la amistad y el cariño que el Señor nos ha regalado durante estos 22 años», sostuvieron, tras explicar que su «nuevo destino es Panamá». Las primeras monjas trapenses llegaron a Nicaragua en enero de 2001, procedentes de la localidad argentina de Hinojo, para fundar el monasterio Santa María de la Paz en Chontales.
En los últimos días, las religiosas entregaron el monasterio a la diócesis de Juigalpa, la cual aún no se pronunció al respecto. Si bien en su comunicado las religiosas no se refirieron a su situación migratoria en Nicaragua, la Dirección General de Migración y Extranjería citó en las últimas 2 semanas a religiosos y misioneros extranjeros. Según el medio nicaragüense ‘100% Noticias’, a estas personas se les exigiría nuevos requisitos para permanecer en el país. La salida de las hermanas trapenses se conoce después que la dictadura de Ortega prohibiera los Vía Crucis en las calles.
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