ORACIÓN POR EL BUEN CANSANCIO SACERDOTAL.
Basada en la Homilía del Santo Padre Francisco, Jueves Santo 2 de abril de 2015
Te doy gracias, Padre del Cielo, porque pensás y te preocupás en cómo podés ayudarnos. Vos sabés que la tarea de ungir al Pueblo fiel no es fácil; es dura y nos lleva al cansancio y a la fatiga. Lo experimentamos en la tarea apostólica cotidiana y también en la enfermedad.
Te pido la luz del Espíritu Santo para poder reconocer qué tipo de cansancio me invade: el cansancio «del bueno», o tal vez, el «cansancio malo». El cansancio bueno lleno de frutos y de alegría, como cuando a tu Hijo Jesús, nuestro Hermano Sumo y Eterno Sacerdote, las familias le traían sus niños para que los bendijera; o como cuando los que habían sido curados, le traían sus amigos; o como cuando los jóvenes se entusiasmaban con Jesús Rabí. Él no tenía tiempo ni para comer, pero Él no se cansaba ni se quejaba de estar con la gente. Al contrario, se renovaba constantemente (Evangelii Gaudium, 11). Danos, Padre, esta gracia en medio de nuestra actividad (íbid., 279).
Te pido, Padre, también, que nos ayudes a soportar «el cansancio de los enemigos». El demonio y sus secuaces no duermen y, cómo sus oídos no soportan la Palabra de Dios, trabajan incansablemente para acallarla o tergiversarla. Ayudanos a hacer el bien siempre, y a defender al rebaño, como también defendernos personal y comunitariamente contra el mal (íbid., 83), neutralizándolo, no arrancando la cizaña y pretendiendo defender como superhombres lo que el Señor con su poder sabe defender. De esta manera, no bajaremos los brazos ante la espesura de la iniquidad, ante la burla de los malvados. Danos la confianza y seguridad de que tu Hijo Sacerdote, nuestro Hermano, nos dice: No tengan miedo, Yo he vencido al mundo (Jn. 16, 33).
Te pido, Padre, también que nos preserves contra el cansancio de nosotros mismos, como ser, aquel descontento crónico de la acedia que nos seca el alma (Evangelii Gaudium, 277). Libranos de ese cansancio auto-referencial, que es como «querer y no querer», el sentir haberse jugado todo y después añorar los ajos y las cebollas de Egipto; es el cansancio que produce la ilusión de jugar a ser otra cosa y no ver la verdad, ni ser de verdad. Preservanos de este mal cansancio.
Danos la gracia de recordar la Palabra del Apocalipsis: Sé que tienes constancia y que has sufrido mucho por mi Nombre sin desfallecer. Pero debo reprocharte que hayas dejado enfriar el amor que tenías al comienzo (Apoc. 2, 3-4). Danos la gracia de volver al primer amor, porque sólo el amor descansa. Regalanos la experiencia nueva de que sólo la fuerza del amor nos descansa y cobija.
Danos también la gracia de complicarnos maravillosamente la vida cuando tocamos la carne sufriente de los hermanos en su existencia concreta. Regalanos la gracia de experimentar la fuerza de la ternura y la vivencia de ser pueblo (Evangelii Gaudium, 270).
Regalanos además poder experimentar cómo Jesús trata nuestro cansancio pastoral. Él nos lava los pies y nos purifica de todo lo que se ha acumulado por haberlo seguido. Eso es sagrado porque Él no permite que quede manchado. Así como las heridas de la guerra Él las besa, la suciedad del trabajo, Él la lava.
Danos la gracia de sentirnos con el pleno derecho de hijos de ser y estar «alegres», «plenos», «sin temores ni culpas», y de animarnos a salir hasta los confines del mundo, a todas las periferias.
Regalanos la gracia de estar «bien cansados», es decir «cansados bien», y no «cansados mal».
Te lo pedimos por tu Hijo Jesucristo, que no tenía un lugar donde reclinar su cabeza, y por la Santísima Virgen, nuestra Madre, que no dudó en emprender el viaje para ayudar a su prima Isabel. Amén.
El padre Alejandro Antonio Zelaya es licenciado en Psicología y miembro del Equipo Pastoral de la Vicaría de Ministerios de la diócesis de Avellaneda-Lanús.
ORACIÓN POR EL BUEN CANSANCIO SACERDOTAL.