Los obispos de Congo-Kinsasa denuncian en un reciente comunicado «objetivo religioso» de «depredadores» que pretenden «islamización de la región» y piden a los dirigentes políticos una nueva estrategia para combatir las milicias rebeldes del país de África Central y hacer frente a la crisis. Precisaron en el texto, publicado el 8 de abril pasado, los resultados de un viaje realizado por una delegación conjunta de la Conferencia Episcopal Congoleña y la Asociación de Conferencias Episcopales de África Central (ACEAC), que en enero de este año visitó las provincias de Kivu del Norte e Ituri. Según el informe, se registran más de 6.000 muertos en Beni-Butembo desde 2013 y más de 2.000 en Bunia en 2020. Además, hay al menos 3.000.000 de desplazados y unas 7.500 personas secuestradas.
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«La situación de inseguridad en el este es una verdadera tragedia que afecta a todo el país, y ciertamente no podemos esperar que el país se desarrolle mientras el este siga bajo el control de depredadores», explicaron los prelados. Afirmaron que en la región de Beni-Butembo —Kivu del Norte— sus interlocutores hablaron también del carácter religioso del conflicto, dado que ven en la islamización de la región una estrategia más profunda para poder influir a largo plazo en la política general de Congo-Kinsasa. Aseguraron que los cautivos que lograron escapar de la milicia islámica de las ‘Fuerzas Democráticas Aliadas’ les confirmaron que fueron obligados a convertirse al islam.
Enfatizaron que los atacantes se «aprovechan de los puntos débiles de las Fuerzas Armadas oficiales para lograr sus objetivos políticos o religiosos: ocupación de tierras, explotación ilegal de recursos naturales, enriquecimiento injusto, islamización de la región en perjuicio de la libertad religiosa». «La población se siente abandonada. Las promesas del gobierno central de restablecer la paz rápidamente son numerosas, pero muchas de ellas no se cumplieron», denuncian los obispos de Congo-Kinsasa, tras recordar que incluso la misión de paz de la ONU (MONUSCO) es acusada por la población de pasividad y de complicidad, puesto que no logró detener las masacres, aún cuando se producen a pocos metros de las posiciones de las fuerzas de la ONU.
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