LOS PROFETAS Y LOS MAUSOLEOS.

Por Mario Ortega.

Lc 11, 47-54. Los profetas y los mausoleos. Jueves semana 28 del TO

En aquel tiempo, dijo el Señor:

«¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios: ‘Les enviaré profetas y apóstoles: a algunos de ellos los matarán y perseguirán’; y así a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación.

¡Ay de vosotros, maestros de la ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».

Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.

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Los profetas y los mausoleos

  1. La escena evangélica de hoy nos presenta a Jesús reprochando a los fariseos su actitud homenajeando con mausoleos a los antiguos profetas que en el pasado habían sido perseguidos y asesinados por los que, como ellos, buscaban la pureza externa y cumplidora de la ley y de la religión. Profetas antiguos perseguidos, mensajeros de Dios incomprendidos y asesinados en tiempos pasados y homenajeados en el presente, por los mismos ejecutores. Actitud hipócrita que condena Jesús.
  2. Actitud que se repite continuamente, también en la Iglesia, entre nosotros. Cuántos santos perseguidos e incomprendidos mientras vivieron, tachados de locos e insensatos por ser fieles a Dios, a su conciencia y a su misión y cuya santidad sólo es reconocida sólo después. Pensemos en un Padre Pío, en una Santa Teresa y en tantísimos otros. Perseguidos por la propia Iglesia, mejor dicho, por los miembros de la Iglesia, siempre nuevos fariseos, que sólo buscan su interés y su promoción humana, en vez de la verdad de Dios y la verdad de los hechos. Hombres y mujeres valientes que son despreciados por cobardes hipócritas de todos los tiempos.
  3. Todos podemos caer en la tentación de rechazar a los santos que, sin duda, tenemos entre nosotros. Que son luz en medio de la oscuridad. Mientras nos quejamos de la oscuridad, podemos estar acallando, ignorando o incluso persiguiendo a quienes nos traen luz de parte de Dios. La única manera de reconocer a los verdaderos apóstoles y profetas de Dios en nuestro mundo, es la humildad. Humildes para acoger a todos, humildes para estar siempre abiertos a la verdad. Humildes para no caer en la soberbia, en la arrogancia juiciosa o en buscar el aplauso del mundo y no la verdad de Dios.

LOS PROFETAS Y LOS MAUSOLEOS.

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