«LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES».
Por Fray Tuk
Marcos 1, 14-20
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: «El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca. Conviértanse y crean en la Buena Noticia». Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran pescadores.
Jesús les dijo: «Síganme, y yo los haré pescadores de hombres». Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron. Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las redes. En seguida los llamó, y con ellos, dejando en la barca a su padre Zebedeo con los jornaleros, lo siguieron.
SAN BASILIO MAGNO. La gran regla monástica 8.
LOS HARÉ PESCADORES DE HOMBRES.
«Desde un principio debemos despojarnos de todas las cosas externas, por ejemplo, de las riquezas, de la vanidad, de la comodidad de la vida, de la afición por las cosas inútiles. Así nos lo enseñaron los santos discípulos de nuestro Señor, Santiago y Juan, quienes abandonaron a su propio padre Zebedeo, y la barca misma de que dependía toda su forma de vivir. También Mateo, levantándose del telonio, siguió al Señor; y no sólo abandonó los emolumentos del telonio, sino que incluso despreció los peligros que le iban a sobrevenir tanto por parte de los magistrados como de su propia familia, porque había abandonado los impuestos sin recoger. El mundo entero estaba crucificado con Pablo, e incluso él mismo con el mundo. Así, quien desea seguir de verdad a Cristo, nada referente a esta vida debe cuidar más, ni siquiera el amor paterno o de los familiares, si se opone a los mandatos del Señor».