LA PROVIDENCIA DE DIOS.
Por Juan María Gallardo.
Introducción: ¿puede Dios intervenir en la historia?
Algunas formas de practicar la religiosidad pueden constituir auténticas deformaciones de la imagen del Dios providente de la Biblia. Mientras todo va bien, muchos casi ni se acuerdan de Dios, pero cuando experimentan las dificultades de la vida, se dirigen a Dios como si se hubiera olvidado de ellos, haciéndole culpable de los males que les ocurren, y exigiéndole una intervención urgente que ponga fin a la situación de malestar. Es la concepción de un Dios tapa-agujeros, verdadera caricatura del Dios revelado en las Escrituras.
Presentación de Tema 5: La Providencia de Dios
Más allá de estas representaciones, difundidas en mayor o menor medida a nivel popular, es lícito preguntarse por la posibilidad y la efectividad de las intervenciones divinas en nuestro mundo. Para algunos, Dios no puede intervenir por principio, pues una vez que ha creado el mundo se ha retirado de él, ya que éste funciona por su cuenta con sus propias leyes; otros sostienen que Dios interviene en algunos momentos, sobre todo cuando hay que corregir el rumbo de los acontecimientos; hay, en fin, quien piensa que Dios está constantemente actuando en una creación frágil y corrompida. Si fuera verdadera la primera o la segunda opinión, ¿dónde quedaría la omnipotencia de un Creador incapaz de dirigir su obra? Si fuera correcta la última, ¿dónde quedaría la autonomía y la libertad de las criaturas en su obrar?
Providencia y conservación
La creación no está acabada desde el principio, sino que Dios la hizo in statu viae, es decir, hacia una meta última todavía por alcanzar. Por eso, no se reduce a los comienzos; una vez producida, «Dios no abandona su criatura a ella misma. No sólo le da el ser y el existir, sino que la mantiene a cada instante en el ser, le da el obrar y la lleva a su término» (Catecismo, 301). La Sagrada Escritura compara esta actuación de Dios en la historia con la acción creadora (cf. Is 44,24; 45,8; 51,13). La literatura sapiencial explicita la acción de Dios que mantiene en la existencia a sus criaturas. ¿Cómo subsistiría algo, si tú no lo quisieras?, o ¿cómo se conservaría, si tú no lo hubieras llamado? (Sb 11,25). San Pablo va más lejos y atribuye esta acción conservadora a Cristo: Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él (Col 1,17).
El Dios cristiano no es un relojero o arquitecto que, tras haber realizado su obra, se desentiende de ella. Estas imágenes son propias de una concepción deísta, según la cual Dios no se inmiscuye en los asuntos de este mundo. Pero esto supone una distorsión del auténtico Dios creador, pues separa drásticamente la creación de la conservación y gobierno divino del mundo. El deísmo implica un error en la noción metafísica de creación, pues ésta, en cuanto donación de ser, lleva consigo una dependencia ontológica por parte de la criatura, que no es separable de su continuación en el tiempo. Ambas constituyen un mismo acto, aun cuando podamos distinguirlas conceptualmente: «La conservación de las cosas no la hace Dios por una acción nueva, sino por continuación de la misma acción por la que les da el ser, la cual se efectúa sin movimiento ni tiempo». La noción de conservación, por tanto, ‘hace de puente’ entre la acción creadora y el gobierno divino del mundo —providencia—. Dios no sólo crea el mundo y lo mantiene en la existencia, sino que además «conduce a sus criaturas a la perfección última, a la que Él mismo las ha llamado» (Compendio, 55).
Fragmento del texto original de Tema 5. La Providencia de Dios.
- (1) Libro electrónico «Síntesis de la fe católica», que aborda algunas de las principales verdades de la fe. Son textos preparados por teólogos y canonistas con un enfoque primordialmente catequético, que remiten a la Sagrada Escritura, el Catecismo de la Iglesia Católica, las enseñanzas de los Padres y el Magisterio.
LA PROVIDENCIA DE DIOS.