LA ORACION EN EL CATECISMO (DÉCIMO PROGRAMA).
Por Juan María Gallardo.
Frente a las tentaciones en la oración
La tentación más frecuente,
la más oculta, es nuestra
falta de fe.
Presentación de la oración en el Catecismo (Décimo programa)
Esta se expresa menos en una
incredulidad declarada que en
unas preferencias de hecho.
Se empieza a orar y se presentan
como prioritarios mil trabajos y
cuidados que se consideran
más urgentes.
Otra tentación a la que abre la puerta
la presunción es la acedia.
Los Padres espirituales entienden por
ella una forma de aspereza o de
desabrimiento debidos
-al relajamiento de la ascesis,
-al descuido de la vigilancia,
-a la negligencia del corazón.
El espíritu está pronto pero
la carne es débil (Mt 26, 41).
El desaliento, doloroso, es
el reverso de la presunción.
Quien es humilde no se extraña
de su miseria; ésta le lleva a una
mayor confianza, a mantenerse
firme en la constancia.
III.- La confianza filial
La confianza filial se prueba en
la tribulación (cf. Rm 5, 3-5),
particularmente cuando se ora
pidiendo para sí o
para los demás.
Hay quien deja de orar porque piensa
que su oración no es escuchada.
A este respecto se plantean
dos cuestiones:
Por qué la oración de petición 1) no
ha sido escuchada; y 2) cómo la
oración es escuchada o ‘eficaz’.
Queja por la oración no escuchada
He aquí una observación llamativa:
cuando alabamos a Dios o le damos
gracias por sus beneficios en general,
no estamos preocupados por saber si
esta oración le es agradable.
Por el contrario, cuando pedimos,
exigimos ver el resultado.
¿Cuál es entonces la imagen de Dios
presente en este modo de orar:
Dios como medio o Dios como el
Padre de Nuestro Señor Jesucristo?
¿Estamos convencidos de que
nosotros no sabemos pedir
como conviene (Rm 8, 26)?
¿Pedimos a Dios los ‘bienes
convenientes’?
Nuestro Padre sabe bien lo que nos
hace falta antes de que nosotros
se lo pidamos (cf. Mt 6, 8) pero
espera nuestra petición porque
la dignidad de sus hijos está
en su libertad.
Por tanto es necesario orar con su
Espíritu de libertad, para poder
conocer en verdad su deseo
(cf Rm 8, 27).
No tenéis porque no pedís. Pedís y
no recibís porque pedís mal, con
la intención de malgastarlo
en vuestras pasiones
(St 4, 2-3).
Si pedimos con un corazón dividido,
‘adúltero’ (St 4, 4), Dios no puede
escucharnos porque él quiere
nuestro bien, nuestra vida.
¿Pensáis que la Escritura dice en
vano: Tiene deseos ardientes el
espíritu que El ha hecho habitar
en nosotros (St 4,5)?
Nuestro Dios está ‘celoso’ de nosotros,
lo que es señal de la verdad
de su amor.
Entremos en el deseo de su Espíritu
y seremos escuchados:
No te aflijas si no recibes de Dios
inmediatamente lo que pides:
es él quien quiere hacerte más bien
todavía mediante tu perseverancia
en permanecer con él en oración
(Evagrio, or. 34).
El quiere que nuestro deseo sea
probado en la oración.
Así nos dispone para recibir lo que
Él está dispuesto a darnos (San
Agustín, ep. 130, 8, 17).
La oración es eficaz
La revelación de la oración en la
economía de la salvación enseña
que la fe se apoya en la acción
de Dios en la historia.
La confianza filial es suscitada
por medio de su acción por
excelencia:
-la Pasión y
-la Resurrección
-de su Hijo.
La oración cristiana es cooperación
con su Providencia y su designio
de amor hacia los hombres.
En San Pablo, esta confianza es
audaz (cf Rm 10, 12-13), basada en
-la oración del Espíritu en nosotros
-y en el amor fiel del Padre que nos
ha dado a su Hijo único
(cf Rm 8, 26-39).
La transformación del corazón que
ora es la primera respuesta
a nuestra petición.
La oración de Jesús hace de la
oración cristiana una
petición eficaz.
El es su modelo.
El ora en nosotros
y con nosotros.
Puesto que el corazón del Hijo
no busca más que lo que agrada
al Padre,
¿cómo el de los hijos de adopción
se apegaría más a los dones
que al Dador?.
Jesús ora también por nosotros,
en nuestro lugar y favor nuestro.
Todas nuestras peticiones han sido
recogidas una vez por todas en sus
Palabras en la Cruz; y escuchadas
por su Padre en la Resurrección:
por eso no deja de interceder por
nosotros ante el Padre (cf Hb 5,
7; 7, 25; 9, 24).
Si nuestra oración está resueltamente
unida a la de Jesús, en la confianza y
la audacia filial, obtenemos todo lo
que pidamos en su Nombre, y aún
más de lo que pedimos:
recibimos al Espíritu Santo,
que contiene todos los dones.
LA ORACION EN EL CATECISMO (DÉCIMO PROGRAMA).