«JESÚS, CONMOVIDO, EXTENDIÓ LA MANO».
Por Fray Tuk
Marcos 1, 40-45
Entonces se le acercó un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de rodillas, le dijo: «Si quieres, puedes purificarme». Jesús, conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: «Lo quiero, queda purificado».
En seguida la lepra desapareció y quedó purificado. Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: «No le digas nada a nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de testimonio». Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo, divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera, en lugares desiertos, Y acudían a él de todas partes.
SAN JUAN CRISÓSTOMO. Homilías sobre el Evangelio de Mateo 25-26.
JESÚS, CONMOVIDO, EXTENDIÓ LA MANO.
«Aunque podía curar al leproso sólo con la palabra, lo toca, porque la ley de Moisés decía: El que tocase al leproso quedará impuro hasta la noche… Y como no se había dictado la ley para El, sino sólo para los hombres, y como era Él mismo propiamente el Señor de la ley, y curaba como Señor y no como siervo, tocó con razón al leproso, aunque no era necesario el tacto para que se operase la curación… ¿Por qué a la vez que limpia al leproso con su solo querer y palabra, añade también el contacto de su mano? A mi parecer, no por otra causa sino porque quiso mostrar también aquí que Él no estaba bajo la ley, sino por encima de la ley, y que en adelante, para el limpio todo había de ser limpio… El Señor da a entender que Él no cura como siervo, sino como Señor, y no tiene inconveniente en tocar al leproso. Porque no fue la mano la que se manchó de lepra, sino el cuerpo del leproso el que quedó limpio al contacto de la mano divina».