ISAÍAS I: EL PROFETA DEL DIOS TRES VECES SANTO (1).

Por Silvio Pereira.

Comenzaremos a adentrarnos en la gran profecía de Isaías. Sin duda uno de los tres grandes profetas de Israel, tan profundo y rico en su contenido como exquisito en su capacidad literaria y comunicativa.

¿Varios Isaías?

El estudio del texto total nos demuestra claramente la necesidad de realizar una división interna. Si bien hay una óptica común, una teología única con matices de estilo literario, los momentos históricos de producción de los oráculos son bien diversos.

  • En los caps. 1-39 nos hallamos bastante antes de la caída del Reino del Sur.
  • Mientras en los caps. 40-54 la situación vivida es el destierro en Babilonia.
  • Y en los caps. 55-66 se trata de la vuelta del exilio a la tierra prometida y de los trabajos de restauración del templo, de las ciudades y del país entero.

No es posible suponer un ministerio tan largo para una sola persona, ¡se trata de 200 años! Estaríamos pues frente a una escuela profética, continuadora del mensaje del primer Isaías, el único que podemos identificar con algún dato personal.

Situación política

Cuando surge el Isaías I o proto-Isaías, Asiria se está fortaleciendo como Imperio. Tenía un método cruel y sanguinario de guerra y conquista: arrasaba y destruía el territorio con sus instituciones y luego deportaba divididos a los habitantes a distintas partes alejadas del Imperio. Sacaba a los pueblos de su tierra de origen y trasplantaba otras etnias en su lugar. Así pretendía destruir la identidad colectiva y nacional de los pueblos desarraigándolos.

Tras la destrucción de Samaría (722) y el fin del Reino del Norte —Israel—, Senaquerib, Rey de Asiria, se compromete en una gran campaña bélica que lo lleva a imponerse sobre Babilonia, a hacer retroceder toda posible influencia de Egipto y a reducir a vasallaje a todos los reinos de la región. Evidentemente el Reino del Sur —Judá— también está bajo su mira.

Se ha cumplido la profecía de Amós y de Oseas. Israel, el Reino del Norte, ha caído a causa de su pecado e infidelidad a la Alianza en manos de Asiria y el pueblo ha sido condenado al destierro, interpretado como pedagogía divina para su arrepentimiento y conversión.

En el Reino del Sur —Judá—, el Imperio es visto como el prototipo del reino de la iniquidad, concreción de una prepotencia que se impone sobre la justicia. A Isaías I o proto-Isaías le toca profetizar en esta angustiosa circunstancia. Su ministerio lo desarrollará en el Sur bajo los reinados de Jotam (740-736), Ajaz (736-716) y Ezequías (716-687). Éste último rey tuvo que soportar 2 sitios a Jerusalén.

No una sola persona, sino una comunidad que permanece

Si bien a posteriori —en futuros artículos—, nos concentraremos en la figura del primer Isaías, me resulta interesante este dato concreto: algunas problemáticas históricas superan ampliamente la posibilidad de resolución por parte de una figura personal o incluso de toda una generación. Así ya hemos visto que el primer Isaías acompañará proféticamente el asedio al Reino del Sur —su caída coincidirá con el ministerio de Jeremías—, el segundo Isaías actuará frente a la inminente liberación de Israel y fin del exilio en Babilonia, mientras el tercer Isaías ejercerá su influjo en los tiempos de regreso y reconstrucción del país y del proyecto de nación. Pero en todo ese proceso tan extenso habrá una comunidad profética, una escuela de interpretación teológica de la realidad, que irá abordando con óptica común y matices epocales todo el camino a recorrer.

Y esto me parece de vital importancia para la Iglesia en nuestros días. Por un lado se enfrenta a un monumental cambio de época que viene siendo presagiado ya desde hace décadas por diversos pensadores y que aún hoy no es posible delimitar en toda su profundidad y extensión. ¿Cómo abordar semejante desafío?

Por otro lado la Iglesia, comunidad de fe, apoya toda su vida en la Revelación de Dios. En el Depósito de la Fe —Tradición y Sagrada Escritura—, encuentra esos elementos esenciales y atemporales que la ayudan a interpretar y caminar en todo tiempo histórico. En todo caso en cada época deberá comprender cómo actualizar el mismo dato revelado de tal forma que se haga comprensible y con potencialidad evangelizadora en las nuevas coordenadas culturales. La misma Fe de siempre, transmitida con fidelidad, pero encarnada en la historia de los hombres y en sus procesos de cambio.

En este punto el sujeto histórico Iglesia permanece y asegura sustentablemente el acompañamiento de los derroteros de la humanidad. Digo esto porque actualmente percibo apuro y torpeza en no pocos miembros de la Iglesia para intentar abarcar el período cultural en ciernes. Hay apresuramiento para dialogar con el mundo en vertiginoso e incierto cambio. Como existen propuestas pastorales erróneas que van sembrando confusión, una forma de plantear la Fe que supone traicionar elementos dogmáticos irrenunciables o proveer a una mixtura sincretista donde todo queda entremezclado y yuxtapuesto inauténticamente.

Estos son tiempos de paciencia. Tenemos por delante de nosotros un recorrido que será abordado por varias generaciones eclesiales. Sería un gran peligro aventurarnos a un diálogo con el mundo que termine encadenado siempre a la agitación por la continua inestabilidad y cambio de rumbo. Hoy la Iglesia debe estar clara acerca de quién es y de cuál es su misión. Absolutamente clara en la Fe que profesa.

Entonces, ¿hay que esperar y no hacer nada? Todo lo contrario, más que hacer hay que ser. Hoy los varones y mujeres de Iglesia deben ser profundamente humildes, no pensando omnipotentemente que está en sus manos resolver este tiempo con sus encrucijadas, sino que siempre está todo en manos de Dios. Deben volverse más contemplativos. Deben priorizar el trato con Dios para escucharlo y poder comprender desde su Sabiduría de Salvación.

Lo primero en nuestros días no es innovar en nada, esa es una gran tentación que hará que se diluya la Verdad Revelada. No hay que adaptar a la Iglesia a la agenda y a la moda del mundo enfebrecido. No hay que temer a parecer desactualizados. Simplemente la Iglesia tiene que quedarse en Dios, ser de Dios y afirmarse solo en Él. Saben, en el fondo esto es el movimiento profético.

ISAÍAS I: EL PROFETA DEL DIOS TRES VECES SANTO (1). Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

2 COMENTARIOS

  1. Gracias ! Por ayudarnos a El permane-cer … Cuando creemos que no hacemos nada por El es cuando Dios más obra en nosotros y en los el otros (que también son parte del Todo)… Dios no cierra puertas tampoco las abre por eso la importancia de SER de la Iglesia con puertas abiertas . El amor siempre ve las puertas abiertas para los que son amigos «aunque pecadores» pero tampoco me voy a parar a dialogar con un ladron e invitarlo a entrar. . . es solo sentido común. Es cuidar con amor lo que mi Padre se gano con su sangre. GRACIAS P.Silvio por tu SeR!

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