FRATELLI TUTTI: PENSAR UN MUNDO ABIERTO.

Por Alejandro Antonio Zelaya.

El documento Fratelli Tutti del Santo Padre Francisco nos invita a pensar y gestar un mundo abierto, refiriéndose de una manera bien clara, sencilla, y muy profunda al mismo tiempo, con estas palabras: «La vida subsiste donde hay vínculo, comunión, fraternidad; y es una vida más fuerte que la muerte cuando se construye sobre relaciones verdaderas y lazos de fidelidad. Por el contrario, no hay vida cuando pretendemos pertenecer sólo a nosotros mismos y vivir como islas: en estas actitudes prevalece la muerte» (Fratelli Tutti, 87).

Es muy interesante aplicar esta fraternidad entre nosotros los sacerdotes y también los obispos, dejándonos iluminar y animar por la invitación que nos hace también Lumen Gentium, hablándonos del misterio de la Iglesia: «La Iglesia es en Cristo como un ‘sacramento’, o sea signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano, ella se propone presentar a sus fieles y a todo el mundo con mayor precisión su naturaleza y su misión universal, abundando en la doctrina de los concilios precedentes. Las condiciones de nuestra época hacen más urgente este deber de la Iglesia, a saber, el que todos los hombres, que hoy están más íntimamente unidos por múltiples vínculos sociales técnicos y culturales, consigan también la plena unidad en Cristo» (Lumen Gentium, 1).

Y por casa, ¿cómo andamos?

Todo esto nos podría llevar a meditar, contemplar y pensar cuánto estamos llamados como presbíteros y obispos a vivir internamente primero entre nosotros este ‘mundo abierto’, para después reflejar este ‘misterio de unidad’ ad-extra. Es que se nos da la clave cuando nos abrimos a vivir ‘no’ como islas o aislados, sino esforzándonos por construir puentes de unidad, de fidelidad, amistad, honestidad, en definitiva, creando, cultivando, gestando sanos vínculos entre nosotros los sacerdotes, independientes del grado del orden al que pertenezcamos. Es que precisamente cuando hay una ‘sana apertura’ entre nosotros, y una vivencia de vínculos sanos, no contaminados por envidias, celos, iras reprimidas y no sanadas ‘por’, ‘con’ y ‘desde’ la misericordia; cuando vivamos de esta manera, vamos a poder dar a los demás esta actitud abierta, sana, franca, sincera, humana de verdad. Porque ‘nadie puede dar lo que no tiene’. Y si queremos un mundo abierto, aireado, oxigenado, y todos los adjetivos relacionados que quisiéramos adjudicarle a un ‘mundo no contaminado’, tendremos que ‘empezar primero’ por el oxígeno, aire y apertura en nuestro propio cuerpo presbiteral. Oxigenarlo’ con el don del Espíritu, que es pedir la gracia, y al mismo tiempoponer y com-prometer’ toda nuestra carne humana —don y tarea— en esta sana y santa actitud espiritual. Y esto hay que hacerlo, empezando ‘por casa’ ¡No de otra manera!

¡Qué hermoso sería comenzar a vivir como el Papa Francisco nos invita, hablando de las comunidades monásticas medievales que vivían la Regla de San Benito! No estoy diciendo que nos vayamos a vivir en comunidad si somos presbíteros diocesanos sino que, independiente de ello, estamos invitados a vivir con ese espíritu aunque vivamos solos. Tendríamos que animarnos a comenzar esta aventura de llenarnos del oxígeno de un espíritu fraterno. «Aunque pudiera desestructurar el orden y el silencio de los monasterios, Benito reclamaba que a los pobres y peregrinos se los tratara «con el máximo cuidado y solicitud» (Fratelli Tutti, 90) ¡Cuántos pobres y peregrinos también hoy existen entre los curas! ¡Cuántos en las periferias existenciales, solos, aislados por sí mismos y también por los demás! Enfermos con enfermedades físicas, psíquicas y espirituales…. ¡Cuántos que necesitan ser acogidos por los suyos, sus propios hermanos! Sea que estén en presbiterios, conventos o monasterios, solos en parroquias aisladas de campo, o en el corazón de las ciudades.

Fratelli Tutti nos dice: «Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida» (Fratelli Tutti, 94). «Por su propia dinámica, el amor reclama una creciente apertura, mayor capacidad de acoger a otros, en una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua. Jesús nos decía: Todos ustedes son hermanos (Mt 23, 8)» (Fratelli Tutti, 95). Y esto, ¡qué hermoso proyecto sería poder irlo realizando entre nosotros los curas!

A esta hermandad también se refiere Lumen Gentium cuando nos dice: «En virtud de la común ordenación sagrada y de la común misión, ‘todos los presbíteros se unen entre sí en íntima fraternidad’, que debe manifestarse en espontánea y gustosa ayuda mutua, tanto espiritual como material, tanto pastoral como personal, en las reuniones, en la comunión de vida, de trabajo y de caridad» (Lumen Gentium, 28). Y en ese mismo número de este documento nos habla también del cómo gestar ‘este mundo abierto’ quizás con otro lenguaje, pero señalando esta misma actitud del Espíritu: «Conviene tanto más que los sacerdotes, uniendo sus esfuerzos y cuidados bajo la guía de los Obispos y del Sumo Pontífice, ‘eviten toda causa de dispersión’, para que todo el género humano venga ‘a la unidad’ de la familia de Dios» (Lumen Gentium, 28).

Oración

Señor, te pido por el hermano más solo y aislado en mi presbiterio. Quizás sea yo, el que esté en peor situación, o tal vez sea otro. Igualmente compartimos la misma carne, el mismo problema de un ser humano, en definitiva.

Te pido por el que vive la misma situación, sea en cualquier presbiterio del mundo, sea en una comunidad consagrada.

Te suplico me mires con tus ojos de misericordia infinita y bondadosa, para que sepa compenetrarme con el dolor del que vive y siente lo mismo que yo. Del que cae y se levanta lo mismo que yo, del que tiene aciertos y errores tal como a mí me sucede.

María, Madre de los sacerdotes, Sede de Sabiduría, Madre de consuelo y misericordia, rezo por mí y por mi hermano más solo, afligido y desamparado. Mi hermano ‘que me necesita’, y a quien ‘yo también necesito’.

FRATELLI TUTTI: PENSAR UN MUNDO ABIERTO.

El padre Alejandro Antonio Zelaya es miembro del Equipo de Formación Permanente del Clero de la diócesis de Avellaneda-Lanús.

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