Francisco invita a promover el encuentro entre las distintas generaciones en la vida consagrada, en la Iglesia y en la sociedad, en una reunión en el Vaticano con los miembros de la comunidad del Instituto de Teología de la Vida Consagrada Claretianum por el 50 aniversario de su fundación, tras alentarlos a abrir caminos y acompañar a las personas, arraigados en el Señor para ser audaces en la misión, el lunes 7 de noviembre.
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Explicó que «el primer servicio de vuestros Institutos Teológicos debe ser el de ofrecerse como casas de acogida, de alabanza y de acción de gracias; como lugares donde se comparten carismas y crece el deseo de vivir el espíritu de las Bienaventuranzas y el discurso escatológico». «En ellos se debe manifestar la comunión y fomentar la opción por los pobres y la solidaridad, la fraternidad sin fronteras y la misión en constante salida. Con esta disposición, se apreciará más el don de la vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo», sostuvo. El Pontífice precisó que actualmente la vida consagrada no puede dejarse desanimar por la falta de vocaciones o por el envejecimiento, tras considerar que los que se dejan llevar por el pesimismo dejan de su lado la fe.
«Cuanto más nos acerquemos a la vida religiosa a través de la Palabra de Dios y de la historia y creatividad de los Fundadores, más podremos vivir el futuro con esperanza. La vida religiosa solo puede entenderse por lo que el Espíritu hace en cada una de las personas llamadas», enfatizó el Papa Francisco, quien invita a promover el encuentro entre las distintas generaciones en la vida consagrada, en la Iglesia y en la sociedad, después de animar a cuidar la vida comunitaria y vivir la interculturalidad como camino de fraternidad y misión. Además, recordó que Juan Pablo II había advertido el peligro que supone para la vida consagrada la disminución de la consideración del estudio. «Descuidar la teología, la reflexión, el estudio, las ciencias, empobrece el apostolado y fomenta la superficialidad y la frivolidad en la misión (cf. Vita consecrata, 98)», citó.
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