Francisco indicó que «hoy, en muchas partes del mundo, hay muchos mártires que dan su vida por Cristo», el jueves 14 de noviembre, en su discurso en la Sala Clementina del Vaticano a los participantes en un congreso organizado por el Dicasterio de las Causas de los Santos que se celebró el Instituto Patrístico Augustinianum de Roma, adentrándose en las dos formas de santidad canonizada: la del martirio y la del ofrecimiento de la propia vida.
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El Papa precisó que «para ser santo no sólo se requiere el esfuerzo humano o el compromiso personal con el sacrificio y la renuncia». «Debemos dejarnos transformar por el poder del amor de Dios para amar incluso más allá de lo que creíamos ser capaces. Dar la vida por los amigos es una Palabra que siempre infunde consuelo y esperanza. En la Cruz de Cristo está todo el amor de Dios, está su inmensa misericordia», sostuvo. «No hace falta un milagro para beatificar a un mártir. El martirio es suficiente… así ahorramos tiempo… y papeleo y dinero», consideró, en tono coloquial.
El Pontífice indicó que «en el mártir encontramos los rasgos del discípulo perfecto, que imitó a Cristo negándose a sí mismo y tomando su cruz, y, transformado por su caridad, mostró a todos el poder salvador de su Cruz». «Me acuerdo del martirio de aquellos buenos ortodoxos libios: murieron diciendo: ‘Jesús’. ‘¡Pero padre, eran ortodoxos!’. Eran cristianos. Son mártires y la Iglesia los venera como a sus propios mártires… Con el martirio hay igualdad», afirmó sobre el que denominó el ‘ecumenismo de la sangre’.
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