Francisco ratificó que «en la vida tendremos siempre cosas que hacer y tendremos excusas para dar, pero hoy es tiempo de regresar a Dios», en la homilía de la Misa del Miércoles de Ceniza, al comenzar el tiempo de Cuaresma, el 17 de febrero. El Papa presidió la celebración de la Eucaristía con el rito de la bendición e imposición de cenizas, en una ceremonia con pocas personas en el altar de la cátedra de la basílica de San Pedro, y no en la basílica de Santa Sabina en el Aventino con la tradicional procesión previa por las restricciones sanitarias por el coronavirus.
El Pontífice recordó que «el perdón de Dios, la confesión» es el primer paso en el camino de regreso al Padre, tras mencionar la parábola del hijo pródigo. Sostuvo que luego debemos volver con gratitud a Jesús y presentarle nuestras heridas al recordar al leproso sanado. «Necesitamos volver a Jesús. Todos tenemos enfermedades espirituales, solos no podemos curarlas; todos tenemos vicios arraigados, solos no podemos extirparlos; todos tenemos miedos que nos paralizan, solos no podemos vencerlos. Necesitamos imitar a aquel leproso, que volvió a Jesús y se postró a sus pies. Necesitamos la curación de Jesús, es necesario presentarle nuestras heridas y decirle: ‘Jesús, estoy aquí ante Ti, con mi pecado, con mis miserias. Tú eres el médico, Tú puedes liberarme. Sana mi corazón, sana mi lepra'», afirmó.
Indicó que «estamos llamados a volver al Espíritu Santo» por lo que exhortó a que «volvamos al Espíritu, Dador de vida, volvamos al Fuego que hace resurgir nuestras cenizas». «Nuestro viaje, entonces, consiste en dejarnos tomar de la mano. El Padre que nos llama a volver es Aquel que sale de casa para venir a buscarnos; el Señor que nos cura es Aquel que se dejó herir en la cruz; el Espíritu que nos hace cambiar de vida es Aquel que sopla con fuerza y con dulzura sobre nuestro barro», enfatizó, al recordar que «el comienzo del regreso a Dios es reconocernos necesitados de Él, necesitados de misericordia, necesitados de su gracia».
Precisó que la Cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. «Hoy bajamos la cabeza para recibir las cenizas. Cuando acabe la Cuaresma nos inclinaremos aún más para lavar los pies de los hermanos. La Cuaresma es un abajamiento humilde en nuestro interior y hacia los demás. Es entender que la salvación no es una escalada hacia la gloria, sino un abajamiento por amor. Es hacerse pequeños. En este camino, para no perder la dirección, pongámonos ante la cruz de Jesús: es la cátedra silenciosa de Dios», afirmó el Papa Francisco en Miércoles de Ceniza.
Iniciamos el camino de la #Cuaresma. Este se abre con las palabras del profeta Joel, que indican la dirección a seguir. Hay una invitación de Dios: «Vuélvanse a mí de todo corazón» (Jl 2,12). La cuaresma es un viaje de regreso a Dios.
— Papa Francisco (@Pontifex_es) February 17, 2021
Volvamos al Espíritu Santo, Dador de vida, al Fuego que hace resurgir nuestras #cenizas. Volvamos a rezar al Espíritu, redescubramos el fuego de la alabanza, que hace arder las cenizas del lamento y la resignación. #Cuaresma
— Papa Francisco (@Pontifex_es) February 17, 2021
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