ENVÍO DE LOS DOCE.
Por Mario Ortega.
Lc 9, 1-6. Envío de los Doce. Miércoles de la semana XXV del TO
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad sobre toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar a los enfermos, diciéndoles:
-No llevéis nada para el camino: ni bastón ni alforja, ni pan ni dinero; tampoco llevéis túnica de repuesto. Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio.
Y si alguien no os recibe, al salir de aquel pueblo sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.
Ellos se pusieron en camino y fueron de aldea en aldea, anunciando la Buena Noticia y curando en todas partes.
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Envío de los Doce
- La escena que nos regala hoy la Iglesia para contemplar y vivir es la de Jesús enviando a sus apóstoles, a los cuales ha revestido previamente de poder y autoridad. Les envía en su nombre a anunciar el Reino de Dios y a curar a los enfermos. He aquí nuestra misión. Lo primero, lo podemos entender: anunciar el Reino de Dios; es decir, llevar a todos –en los ambientes en los que vivimos– la Buena Noticia del Evangelio, que Dios nos ha salvado por Jesucristo muerto y resucitado, que existe la vida eterna y estamos llamados a ella, que ya en esta vida podemos vivir la vida nueva amando a todos con el amor de Dios. Esto es anunciar el Reino de Dios.
- Sin embargo, Jesús añade que también les envía a curar a los enfermos. Esto nos puede resultar extraño. ¿Tenemos ese poder milagroso? ¿Cómo lo podemos ejercer? Sí. Tenemos ese poder, porque los enfermos a los que Jesús se refiere son, en primer lugar, los heridos por el pecado, o sea, todos en este mundo, empezando por nosotros mismos. Y la curación que Dios pone en nuestras manos para ofrecer y dar a todos es su gracia, su misma vida, que se comunica desde el momento que anunciamos el Evangelio con fe convencida.
- La Iglesia, de este modo es –como nos recuerda tantas veces el Papa Francisco – un hospital de campaña. Los cristianos somos médicos y enfermeros de este hospital. También pacientes, no lo olvidemos. Pero que conocemos y tomamos cada día la medicina que cura del pecado, del miedo, de la tristeza y la angustia y que trae esperanza a nuestra vida: Jesucristo. Lo tomamos y lo ofrecemos, como enfermos y enfermeros al mismo tiempo.