LA COMUNIÓN EUCARÍSTICA Y LAS LECCIONES DE LA HISTORIA (2). El tiempo de la cristiandad

Por Silvio Pereira.

El tiempo de la cristiandad

  1. Los siglos IV-VIII

La edad patrística madura está marcada por el edicto de Milán (313) que establece la libertad de culto para todo el Imperio Romano y que hizo cesar la persecución contra los cristianos. Siempre dará que hablar este hito histórico. Para unos será el momento que permitirá el crecimiento eclesial y, con base en la estructura y territorialidad imperial romana, el Evangelio será ampliamente difundido. Para otros, la pérdida de la frescura y potencial original del cristianismo —signado por la dinámica contra-cultural y la clandestinidad—, lo hará derivar hacia una institucionalización mundana decadente. Y así ríos de tinta correrán viendo en la oficialización del culto cristiano una victoria o una catástrofe.

Tiempos ciertamente vigorosos y pujantes donde la Iglesia se va visibilizando y ganando presencia en el mundo, marcando la cultura con los valores de la fe y ejerciendo autoridad no solo espiritual sino también humana —política, jurídica y económica— en los reinos y el imperio.

A la par una fracción huye al desierto para garantizarse una sostenida experiencia martirial ahora en clave penitencial y cierta resistencia hacia esa nueva masividad de la religión cristiana que amenazaba bajar la calidad de la fe vivida. La aparición de los cenobios monacales aportará otra forma de evangelización del mundo antiguo.

El culto eucarístico se traslada en estos tiempos a las basílicas (edificios imperiales) y se construyen y dedican iglesias por doquier. Se diluye el sentido de la Cena del Señor con su aspecto fraterno y su familiaridad en las casas y se ahonda el carácter sacrificial como los aspectos rituales y costumbres cortesanas (la organización del espacio sagrado, las procesiones, los ornamentos y elementos de uso litúrgico).

A su vez la crisis arriana lleva a que la teología de los Santos Padres —primero en Oriente y después en Occidente— enfatice la Divinidad del Señor Jesucristo, Creador y Juez del universo, y por supuesto considere la grandiosidad del misterio Eucarístico dando a luz una creciente conciencia de indignidad de las persona frente al Cuerpo del Señor sacramentado, ya en la habitual población cristiana como en los pueblos ‘bárbaros’ neo-evangelizados. Todo lo cual contribuyó a un principio de alejamiento ‘piadoso’ de la gente, una menor frecuencia de la comunión sacramental.

  1. Los siglos IX-XV

El proceso de crecimiento eclesial en el mundo sigue en ascenso. La autoridad papal conocerá civilmente su mayor esplendor. Nacerán las universidades y la Iglesia aparecerá poseyendo sobre la cima de la tierra la mayor concentración de la sabiduría. Sin embargo la ambigüedad permanece, los otros cultos —esotéricos y ocultistas— perviven y ahora en la clandestinidad se potencian.

La vida monástica benedictina, que había engendrado poblaciones enteras y civilizado Europa, dará a luz el Císter que mudará sus fundaciones a los pantanos y establecerá una fórmula de consagración por los votos directamente a Dios, rompiendo el pacto feudal de vasallaje o estableciendo que el único Señor del cual el monje será vasallo es Dios.

Al interior de la Iglesia los movimientos pauperísticos serán críticos reclamando la conversión de la jerarquía institucional y terminarán cismáticos o heréticos. La imagen de Cristo Pantocrátor, Señor y Juez del universo, se propagará por todos los templos de la cristiandad. A la par los movimientos mendicantes instalarán imágenes humanizadas y sangrantes del Crucificado como representarán Pesebres con la pequeñez tierna del Niño Dios.

A nivel del culto eucarístico son tiempos en los cuales se discute en qué consiste la ‘presencia real’ de Cristo en la Eucaristía y la teología elabora precisiones al respecto. Los templos grandes y el énfasis sacrificial fueron reubicando a los laicos como espectadores de un drama que sucedía en el altar. La consagración era el momento más importante junto a la elevación del Cuerpo y de la Sangre. Comienza a desarrollarse pues la adoración y el reconocimiento de la presencia real-substancial de Cristo en la Eucaristía y se hacen habitual mobiliario de los templos diversas modalidades de nuestros modernos Sagrarios o Tabernáculos.

La comunión sacramental se volvió tan infrecuente que la ‘barra de pan’ fue suplida por la ‘hostia’ y el Concilio de Letrán (1215) impuso la obligación de comulgar al menos una vez al año. Empezaron a surgir devociones de adoración eucarística diversa como la fiesta litúrgica del Corpus. Tiempo paradójico donde había adoración y veneración eucarística junto con una escasa práctica de comunión sacramental por los fieles.

EL TIEMPO DE LA CRISTIANDAD. Por Silvio Pereira.

El Padre Silvio Dante Pereira Carro es también autor del blog Manantial de Contemplación. Escritos espirituales y florecillas de oración personal.

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